domingo, 8 de abril de 2012

Tenemos que ir por un cambio verdadero

¡¡Exijamos lo Imposible!! 
Jesucristo y Zapata: compromiso social
Julio Pimentel Ramírez

En estos días coinciden dos conmemoraciones hondamente arraigadas en la cultura popular, de diferentes dimensiones y características pero de similar contenido al menos en su vertiente de compromiso social y entrega por el prójimo: el sacrificio de Jesucristo hace más de dos mil años por los pobres y desheredados de la Tierra y el paso a la historia de Emiliano Zapata hace 93 al ser asesinado, también a traición, por su profunda entrega a la causa de los campesinos mexicanos.

En la pausa que se abrió en la actual campaña electoral, que deberá culminar el primero de julio cuando los ciudadanos decidan con su voto si continuamos por el camino que conduce al abismo con el triunfo del PRI o del PAN o si, por lo contrario, optan por abrir brecha en la senda de la transformación social, es propicio reflexionar en silencio alejados de la abrumadora avalancha de la publicidad electoral.

Sin caer en el pesimismo y en la desesperanza, confiando en el potencial transformador de los pueblos, se puede subrayar que en la actualidad persisten muchas de las condiciones que hicieron posible dichos acontecimientos: en el mundo miles de millones de personas padecen el infierno aquí en la Tierra y se debaten en la miseria y la humillación, mientras un reducido grupo concentra poder y riqueza, rinde culto al egoísmo poniendo en riesgo la existencia misma de la humanidad y su hábitat.

A lo largo y ancho del mundo cristiano -no hay que olvidar que muchos pueblos del orbe profesan otras creencias religiosas que merecen respeto y comprensión- se llevaron a cabo múltiples y variados actos de fe, sinceros muchos de ellos aunque no dejan de tener presencia los fariseos que lucran con las creencias populares y viven alejados de la humildad y el compromiso social que profesó el fundador de esta corriente religiosa.

En un plano diferente, por supuesto, en México rememoramos el asesinato del Caudillo del Sur que en Chinameca inició una cabalgata que no parará hasta que se hagan realidad los ideales por los que entregó su vida, que se condensan en el lema “La Tierra es para quien la trabaja”, palabras que en su sencillez encierran todo un contenido de dignidad para quienes con su esfuerzo producen (o deberían producir) los alimentos de toda una nación.

El 10 de abril, fecha que va más allá del desgaste y manoseo a la que ha sido sometida por los gobiernos priístas y panistas, nos lleva a no perder de vista que después de más de cien años del inicio del movimiento revolucionario de 1910, en el campo se continúan presentando actos de despojo en contra de los campesinos, indígenas gran parte de ellos, no muy diferentes a los que combatió Emiliano Zapata.

Después del centenario de la Revolución Mexicana, uno de cuyos personajes emblemáticos es el Caudillo del Sur, celebrado por la derecha panista con superficialidad y despilfarroel símbolo de este aniversario es la llamada Estela de Luz, auténtico monumento a la corrupción en cuya construcción se desviaron, saquearon para ser precisos, varios cientos de millones de pesos- es indignante constatar que los campesinos siguen en la miseria y la nación no cuenta con soberanía alimentaria.

El campo mexicano, arrasado por las políticas neoliberales, ya no exporta maíz sino hombres, son millones los productores agropecuarios que se ven obligados a dejar su tierra y emigrar en búsqueda del sustento para su familia.

Es más, cada año es mayor la cantidad de granos básicos, de alimentos en general, que se importan. Millones de toneladas de maíz, eje de nuestra cultura, se compran en el extranjero. Pero no solamente eso, ahora se ve amenazado por empresas que, como Monsanto, ya cuentan con permiso para llevar adelante siembras con semillas transgénicas, con todo lo que eso significa en materia de contaminación (se perderían las semillas autóctonas) y efectos sobre la salud, sino también la amenaza sobre la economía de nuestros productores.

Ahora, 93 años después del asesinato de Emiliano Zapata, no es sólo la tierra lo que interesa a los nuevos hombres del dinero y el poder, sino los recursos naturales en ella existentes, y entre éstos no nada más los forestales y mineros, como fue por mucho tiempo. Ahora tiene gran significado el agua y la biodiversidad, los recursos genéticos y los conocimientos indígenas asociados a ellos.

Cabe destacar que la lucha de los campesinos está presente a lo largo y ancho de la República. Movimientos indígenas y populares defienden sus tierras, bosques y agua, resisten a la presencia de depredadoras empresas mineras, se oponen a la imposición de diversos proyectos, tales como aeropuertos, presas, acueductos, entre otros.

El primer domingo de julio los mexicanos debemos estar conscientes que si bien es indispensable que la construcción de organización y conciencia debe de seguir desde abajo, es importante derrotar en las urnas a los partidos que significan más violencia, muerte, violación a los derechos humanos, desempleo, exclusión del desarrollo de jóvenes, abandono de los ancianos, emigración y pobreza, entre otras consecuencias del neoliberalismo y de la estrategia punitiva de seguridad.

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