Los hechos son los que hablan
Guillermo Fabela Quiñones
Apuntes
El
calvario de Jesús terminó cuando fue crucificado. Al exhalar su último
suspiro abandonó la vida terrenal para vivir eternamente como el
principal referente del ser humano que se inmola con una finalidad
utópica, pues lavar los pecados del mundo es un ideal inalcanzable. Por
eso, quizás, la Historia es una rueda que da vueltas eternamente, sin
llegar jamás a una meta. El pecado, qué duda cabe, es congénito a la
condición humana, porque gracias a ésta desarrolló una inteligencia
superior que, por serlo, tiende a profundizar los comportamientos
instintivos y al racionalizarlos surgió la noción de pecado: la eterna
lucha entre el bien y el mal.
Sin embargo, tampoco hay vencedores en esta batalla inacabable, porque
ambos conceptos son bastante relativos. Ni todo es bueno ni todo es
malo, aunque hay reglas generales válidas para hacer definiciones
universales. Los grandes dictadores de la Historia, como Hitler y
Stalin, son el arquetipo de la maldad, debido a que sus actos
definitorios fueron avasalladoramente nefastos para la raza humana. En
contraposición están los individuos cuyos hechos los colocan en el
límite de ambas categorías: son buenos para unos pero malos para otros.
Por ejemplo, Ernesto “Che” Guevara es el prototipo del héroe moderno
para quienes coinciden con sus concepciones políticas, como lo es de
villano para quienes no comulgan con sus ideas y práctica
revolucionaria.
El problema se complica aún más cuando es difícil adoptar una postura
definitiva sobre las personas y sus actos, debido a su facilidad para
disfrazar sus verdaderas intenciones. Esta situación es consustancial
del género humano, como se ha visto en todos los tiempos. En los que le
tocó vivir a Jesús de Nazaret, estaban los fariseos, un grupo religioso
que para sus seguidores eran el epítome de la moralidad y el buen juicio
pero, finalmente, cuando se analizó teológicamente su proceder ante
Cristo, quedaron como el prototipo de la doble moral y la hipocresía.
“¡Hay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque limpiáis lo
de fuera del vaso y del plato, pero por dentro estáis llenos de robo y
de injusticia” (Mateo 23:25).
Así nos ha sucedido a los mexicanos a partir de que los panistas
llegaron al poder: se asumieron como el grupo que llegaba a salvar al
país de las garras del demonio priísta, pero muy pronto demostraron que
sus vestiduras estaban limpias por fuera, aunque tan sucias o más que
las de los del partido tricolor. De ahí que desde un punto de vista
ético sean más reprobables los panistas, por su fariseísmo e hipocresía,
actitud con la que pretenden seguir en el mando de las instituciones.
Saben que la incultura del pueblo les permite seguir actuando con la
doble moral que siempre los ha caracterizado, por eso se permiten
autoproclamarse como demócratas, cuando en los hechos son excluyentes y
aristocráticos por convicciones muy acendradas.
Contra su voluntad, obligados por las circunstancias, han tenido que
adoptar políticas públicas que antes de asumir el poder llamaban
“populistas”. Sin embargo, si continuaran un sexenio más en Los Pinos,
rápidamente se despojarían de su hipocresía y actuarían abiertamente en
contra de las clases mayoritarias, de la “prole”, como despectivamente
las denomina la hija de Enrique Peña Nieto, cabe recordarlo, para que no
se crea que el abanderado del PRI es distinto a Josefina Vázquez Mota.
Éste tiene una concepción del mundo y de la vida también clasista y
excluyente, no en balde estudió en una universidad de tales
características.
La única diferencia es que como buen priísta no se anda con miramientos
de fariseo: asume abiertamente su condición humana y lo hace como le
enseñaron sus correligionarios más cercanos: con pleno cinismo. En su
caso también puede actuar así confiado en la domesticación de las masas
que conforman el pueblo mayoritario, a las que pueden engañar sin
tapujos, cínicamente.
Y ya que se habla de diferencias, Vázquez Mota tiene como lema
momentáneo de su campaña esa palabra: “Josefina Diferente”. Cabe
preguntarse: ¿diferente a qué, a quiénes? Obviamente, así quiere hacer
creer que es diferente a Felipe Calderón, con lo que está aceptando que
el michoacano hizo un “gobierno” que sería un suicidio político tratar
de continuar o emular. Claro está que ya en Los Pinos, la señora Vázquez
Mota sería absolutamente igual que su predecesor de triste y lamentable
fama, porque no tendría una mínima libertad de acción para actuar de
manera diferente.
Y lo mismo puede afirmarse de Peña Nieto en relación con sus promesas
iniciales de campaña: su firme compromiso es con lo peor de la
oligarquía, esa que se ha beneficiado de manera criminal con el
neoliberalismo y que obviamente no estaría dispuesta a cambiar ni un
ápice. Puede firmar ante notario todo lo que quiera, pero la realidad es
que tales compromisos valdrían menos que el papel en que estuvieran
impresos. ¿No dejó al estado de México hundido en niveles de pobreza y
marginación superiores a los que encontró al llegar al gobierno? ¿No lo
ubicó como el estado con mayor número de feminicidios, o sea de grave
inseguridad pública? Los hechos son los que hablan, como así sucedió con
los fariseos en los tiempos de Jesús.
(guillermo.favela@hotmail.com)
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