Alvaro Cepeda Neri
Conjeturas
En las historias de poder político siempre hay un favorito. El que goza de las preferencias de quien ostenta el poder (casi siempre en la presidencia, antes el rey, el primer ministro) y utiliza sus servicios incondicionales. Ese mimado aparece en toda la estructura de las jerarquías administrativas, religiosas, empresariales (en este caso el nepotismo). Es una relación de afecto, sexual, de amistad. Un nexo indisoluble. Hay una investigación reciente sobre esos elegidos, de John Elliott y Laurence Brockliss: El mundo de los validos, que en inglés recibe el nombre de: El mundo de los favoritos (ediciones Taurus). Me entero que a todo vapor se está escribiendo un libro sobre el escogido, entre los calderonistas del primer círculo que ha sobrevivido, pues los otros dos han muerto en sospechosos accidentes aéreos: Mouriño y Blake, que extraña sobremanera Calderón.
La periodista Anabel Hernández (a quien ya persiguen con inquisiciones judiciales por su trabajo: Los señores del narco), escribió sobre los predilectos, un texto titulado: Los cómplices del presidente, en cuyas páginas exhibe a los privilegiados de Calderón; entre ellos: Genaro García Luna, quien desde el foxismo ha sido figura policiaca clave y, según su ficha: director de la Agencia Federal de Investigación; coordinador general de inteligencia, oficial-especial del Cisen, jefe de la AFI y secretario de Seguridad Pública Federal. García Luna sabe todos los secretos que Calderón no le cuenta a nadie más; y lo sirve a ciegas; a cambio Calderón lo protege por sus servicios oficiales y extraoficiales. Son uña y carne. Las dos caras de la misma moneda. Nada hace García Luna que no autorice su jefe Calderón. No da paso sin huarache calderonista.
Las vísperas del fallo de la sala penal de la Suprema Corte, y una vez que Calderón se atrevió a cuestionar a los ministros, en abierto desafío para someterlos, traía a García Luna en todos los actos públicos, para mostrar que es su favorito y que nadie lo puede tocar. Ambos comparten el fuero presidencial y se dice que en cuanto termine el sexenio, se lo lleva de guardaespaldas. Es su amigo íntimo. Su “carnal”. Y en el libro por terminarse, la investigación va al fondo de esa relación, que se remonta desde que Calderón regresó de Harvard (1999) y se consolidó tan fuertemente que ya es indisoluble su amistad. García Luna no es panista. Sólo es calderonista a ciegas.
Como garrote y amenaza Calderón exhibió a su favorito, para que todos supieran que no permitirá que lo señalen ni con la mirada. Y es que con el abuso del poder policiaco, apoyados por el militarismo y el dinero público (¿es cierto que existen depósitos en el extranjero?) sin dar cuenta y razón de su destino, han cosechado homicidios de toda naturaleza que tras la salida de sus cargos, una de las demandas (la que interpusieron 23 mil mexicanos en La Haya, por crímenes de guerra y lesa humanidad) ha de prosperar y donde se escondan, en su huída, serán localizados para responder de sus actos. Las imputaciones a Calderón arrastran a García Luna.
cepedaneri@prodigy.net.mx
No hay comentarios:
Publicar un comentario