Y es que el proceso está lleno de traiciones y trampas, además de las tonterías que como la de ayer, protagonizada por Alejandro Rojas, le echaron gasolina al fuego. Les contamos una de ésas.
Era el 24 de diciembre. No, no hay yerro en la fecha: 24 de diciembre, poco antes de que entrara la noche. El escenario: las oficinas del diputado federal Alejandro Encinas, y los protagonistas: Porfirio Muñoz Ledo, Benito Mirón, Martí Batres, Gerardo Fernández Noroña y Pablo Gómez. Además, en calidad de quién sabe qué, Eduardo Cervantes, representante de Morena en el Distrito Federal, y el propio Encinas.
Después de mucho diálogo, propuestas y fantasías, por fin se llegó a un acuerdo que tendría que ser ratificado unos días después. El trazo del plan quedó, digamos, planchado. Se haría una encuesta rápida, de ésas de horno de microondas, entre esos postulantes, para saber quién podría representar al grupo. Ésa era la primera opción. La otra, ir a la encuesta, cada uno por su lado, y luego juntar las votaciones que en su momento podrían significar la mayoría.
En el mismo lugar, a la misma hora y con la misma gente, menos Pablo Gómez, que anunció su ausencia por problemas de trabajo, los aspirantes pondrían piso a las propuestas, pero ya no estuvo presente Encinas, quien de alguna manera sería la cabeza del grupo. Se argumentaron citas impostergables surgidas el mismo día y se reagendó la reunión para el día siguiente, es decir, el 3 de enero.
Llegó la fecha y esta vez ninguno del grupo pudo ingresar a las oficinas de Encinas. Los recibieron en la banqueta y se dijo que Encinas no podía deshacer los compromisos ya pactados. Se cruzarían llamadas para lograr, a la brevedad, una nueva cita.
Ya no fue necesario. Horas después Encinas, que encabezaría al grupo de izquierda, daba su apoyo total a Alejandra Barrales. El proyecto de los que se declaran gente de izquierda se vino abajo. Declinaron Porfirio Muñoz Ledo y Benito Mirón. La esperanza de ir con un candidato de probada militancia en la izquierda se esfumó.
Pero al saberse que la encuesta no representará la opinión de los consejeros del PRD en el DF, y que podrían desconocerla y votar por otro precandidato que no fuera el que la medición señala, el engrudo se les vuelve a hacer bolas y las presiones tribales aumentarán a grado máximo.
Aun así, ya hay quienes advierten que en el próximo consejo perredista no pasará nada y que el resultado de la encuesta será respetado por todos, pero aunque se diga lo que se diga, hoy por hoy hay cuentas que no están saldadas en el PRD, aunque, eso sí, todo indica que las bases para lograr un acuerdo más allá de Camacho ya se dieron y podrán destrabar el nudo que empieza a aflojarse.
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