Es motivo de orgullo que, a pesar de que han querido destruirnos, no lo han logrado ni lo lograrán. No sólo porque tenemos autoridad moral, sino porque las mujeres y los hombres que participamos en esta lucha, profesamos un profundo amor por nuestros semejantes y, más allá de alevosías y frente a todo tipo de adversidades, mantenemos la firme convicción de construir una sociedad más justa, más humana y más igualitaria
Es motivo de orgullo que, a pesar de que han querido destruirnos, no lo han logrado ni lo lograrán. No sólo porque tenemos autoridad moral, sino porque las mujeres y los hombres que participamos en esta lucha, profesamos un profundo amor por nuestros semejantes y, más allá de alevosías y frente a todo tipo de adversidades, mantenemos la firme convicción de construir una sociedad más justa, más humana y más igualitaria
lunes, 5 de diciembre de 2011
'Copetón'fuera de guión eres un papanatas
Juan Pablo Becerra-Acosta M.
Doble fondo
Por si quedaban dudas: es su PRI, es su campaña, es su elección presidencial. Lo que él dice, se hace. Se acata. Punto. En cuanto Enrique Peña Nieto dijo que debería “ponderarse” la conveniencia de que Humberto Moreira continuara al frente del PRI -debido a los escándalos monetarios en los que está inmerso el ex gobernador de Coahuila-, el maestro coahuilense renunció.
Así es el PRI de Peña Nieto: duro, vertical, unánime.
De nada sirvieron las afirmaciones del todavía líder del PRI unas horas antes, cuando declaraba que se quedaría en su puesto hasta el 2015. No: se quedaría ahí… hasta que Peña Nieto quisiera. Mientras le fue útil, lucrativo, precioso, se quedó: le consiguió cinco elecciones ganadoras. En el momento en que el precandidato presidencial consideró que Moreira perdía el control mediático por el asunto de la multimillonaria deuda de Coahuila (alrededor de $35 mil millones de pesos), el gasto que hizo de ese dinero, y la presunta forma irregular en que se obtuvo ese financiamiento, Peña Nieto determinó que ya no le funcionaba, que representaba un lastre para su buena marcha en las encuestas, y el bailarín hombre del ritmo chúntaro se marchó defenestrado, al más puro estilo de aquellos tiempos de genuflexiones cuando la presidencia imperial del partido de Estado predominaba:
-¡Viva el PRI! ¡Viva Enrique Peña Nieto! –gritaba Moreira sin recato alguno al renunciar. Sí, señor, aquí está mi cabeza señor, que es su cabeza. Ahí estaba su institucionalidad absoluta, su lealtad sin reticencias ante su Señor. Su Jefe. Su Líder. Su verdugo. Como antaño, cuando los presidentes de la república mandaban rotundamente en el PRI y bastaba un gesto, un ademán, una frase del Primer Priista de la Nación para que sus deseos, caprichos u órdenes fueran acatados, quedaba claro quién manda hoy en el PRI. Y cómo manda: no va a permitir que su travesía hacia Los Pinos sea atormentada por nadie.
Ya después, el sábado, Peña Nieto cometería su propio error mediático: interrogado en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara sobre tres libros que han sido importantes en su vida, el mexiquense, grabado por cámaras de televisión y teléfonos móviles, vivió largos minutos de confusión: no supo títulos, se equivocó con autores, no supo improvisar, escaparse, divagó, y se convirtió en objeto de todas las burlas imaginables en las redes sociales, en particular en Twitter, bajo el hashtag #LiberíaPeñaNieto. Ese ridículo en una precampaña televisiva en Estados Unidos sería devastador. Seguramente en México no, más allá del llamado Círculo Rojo.
Ya veremos. Por lo pronto, queda claro que Peña Nieto es hoy, como antaño, el Gran Dedo Tricolor, El Hombre del Partido…
jpbecerracostam@prodigy.net.mx
twitter.com/@jpbecerraacosta
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