La Jornada
Se despeña Peña
Javier Jiménez Espriú
Cantidades impresionantes de tinta y una explosión del ingenio nacional –ese ingenio que transforma las tragedias en risa y colma las sobremesas, pero que distrae la atención del fondo de las cosas para llevarla a la anécdota amena, jocosa, hiriente, irónica– provocó la presencia –desafortunada para él– de Enrique Peña Nieto –le pondré licenciado cuando me lo autorice sin rubor la Universidad Panamericana–, en la pasada Feria Internacional del Libro de Guadalajara, a la que fue a presentar un libro suyo, que seguramente no escribió.
Su traspiés y luego de ese, otros muchos y variados, nos han revelado la verdadera personalidad del candidato priísta y la de su estirpe, su prepotencia, su desprecio por la prole y su superficialidad. El salario mínimo, el precio de la tortilla, su machismometrosexual, no son deslices u olvidos intrascendentes sino traiciones del inconsciente.
Se ha dicho en múltiples editoriales y comentarios que a cualquiera se le olvida el nombre de un libro o de un autor, lo que es muy cierto; que es de humanos errar, lo que es también indiscutible, pero estos argumentos defensivos, en este caso, son más una distracción que una justificación sobre el verdadero problema que apareció con luz propia, a la luz pública y que hoy, luego delinteligentísimo discurso en la recepción de su constancia como candidato único del PRI a la Presidencia de la República, que seguramente formará parte de los grandes momentos de la historia de los grandes estadistas, con su “Pero yo no olvido…”, que seguramente sustituirá en los cursos de oratoria el I have a dreamde Martin Luther King, convierte el olvido en virtud y las pifias en elemento sublime de publicidad. ¡Qué ingenio! ¡Cómo construir palacios de los errores!
El señor Peña –“puedo olvidar el nombre de un autor…”– no puede olvidar lo que no sabe y ha hecho evidente, no su falta de erudición, que no es necesaria en un político que aspira a ser presidente de la República, sino su ignorancia supina que, desde mi punto de vista debiera ser motivo de descalificación de quien aspira a la primera magistratura de la nación, de una nación multicultural que nos enorgullece, pero que en su caso, siendo gravísima, no es la única tragedia.
Selma Lagerlöf, la Premio Nobel de Literatura de 1909, decía de la cultura que es todo lo que queda, cuando ya se olvidó todo lo que aprendimos, pero como hemos visto en Peña Nieto, cuando nada se ha aprendido, nada queda.
Esto explica, por otra parte, lo que yo consideraba inexplicable: el terco empeño en entronizar en el PRI al ex gobernador Humberto Moreira y apoyarlo hasta el límite elástico; establecer una alianza con la Señora Elba Esther Gordillo –le pondré maestra cuando me lo diga sin rubor el secretario de Educación Pública–, pensionar con senadurías a su progenie y con gubernaturas a sus incondicionales –que al cabo ya lo dijeron en el PRI, las elecciones se ganan con votos y no con libros, bello ejemplo para la juventud– y hacer lo propio con el Niño Verde, de quien me reservo mis comentarios, por coincidir con los del dominio público. En suma, la integración del dream team del Partido Revolucionario Institucional para 2012-2018. ¡Del nuevo PRI!
es incapaz de construir una frase con sujeto, verbo y predicado, nos debe obligar a la reflexión, al igual que una reciente y lapidaria sentencia del licenciado Beltrones que señala el peligro de que llegue a la Presidencia de la República un hombre sin ideas, lo que se convierte en severa advertencia o la opinión inteligente de Carlos Fuentes.
el memorablediscurso del “yo no olvido…”, no ha sido sólo errores cuya corrección sea posible; se trata de horrores que no tienen solución.
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