El día que Tundieron a Granados Chapa, Entrevista de Semblanza
Jenaro Villamil
(Segunda Parte)
-¿Cómo era don Julio Scherer como director en un periódico como Excélsior?
-Era muy imperativo… hasta que dejaba de serlo. De pronto, me dio plena confianza. Me dio la responsabilidad de las páginas editoriales. Nos entendíamos por señas, incluso dio lugar a equívocos.
“Un día me dijo: ‘Oiga, ya vio usted lo de Bracamontes’, ‘Sí, hombre’, ‘Editorialazo, ¿no?’ ‘Editorialazo’, pero yo creía que en contra y él creía que a favor. Pero, salvo una o dos veces así, en general había un acuerdo.
“El era muy respetuoso en general. Me dejé crecer la barba en el año 73, desde entonces no me la he quitado. Por alguna razón, un día íbamos bajando la escalera, coincidimos, y me dijo ‘oiga, como director de este periódico ¿puedo oponerme a que usted use barba?’, y le dije ‘no’. Y ahí murió el asunto”.
“Un día subió a mi oficina para decirme que había que hacer una editorial apoyando a Rabasa, el canciller, en su acercamiento a la junta de Pinochet. Le dije que era una barbaridad. El me comentó que si no, no le daban los salvoconductos a los mexicanos que estaban atrapados en la embajada. Es que es una trampa, le argumenté. Razonamos. De ahí pasamos a la discusión. Había un entorno, además, que facilitaba el enojo por sus inclinaciones a Regino Díaz Redondo.
-¿Usted ya desconfiaba de él?
-Sí. Julio cometió el error de decir que él se iría pronto de la dirección de Excélsior y que sólo uno de dos lo reemplazaría: Regino o yo. Con frecuencia me lo decía a mí. Y le respondía: ‘Oiga, me ofende a mí que me ponga en el mismo nivel que a Regino’. Es como si Echeverría lo tratara a usted como Alarcón o como Emilio Azcárraga.
“El hecho es que en esa discusión alzamos la voz y se hartó. Y dijo: ‘pues no se olvide usted que yo soy el director’. Y tenía razón. Entonces le dije: ‘encuentre quién le escribe la editorial porque en este momento me voy. Y él se bajó a su oficina y yo empecé a guardar mis cosas en una caja de cartón’.
-¿Por el tema Rabasa?
-Por el tema y por el tratamiento.
“Guardé mis cosas, escribí una carta de renuncia, me dijo Elenita Guerra, su secretaria, que no podía recibirme. Al rato me mandó a llamar. Toqué, me dijo que pasara y él caminó desde su escritorio al fondo, con un papel en la mano, y yo con mi carta de renuncia. Nos encontramos a medio camino y él me dio la cuartilla. En la discusión o después me dio la razón y él personalmente escribió la editorial en sentido contrario a lo que él quería inicialmente. Y eso fue lo que me dio”.
“Yo le di mi carta de renuncia, pero él la rompió a sabiendas de que había desaparecido el motivo de mi renuncia. Y nos dimos un abrazo. Era un gesto de grandeza, de profesionalismo, hasta de humildad.
“Luego discutimos mucho y nos distanciamos por su preferencia por Regino. Regino era una muy mala pieza, un mal bicho. Desde sus vicios personales, su corrupción. Yo tengo un pleito legal contra él, porque dije que era un cocainómano y lo era, yo lo vi, a mí me constaba. Como éramos parte del equipo de Scherer a veces cenábamos en el Ambasadeur, un restaurante en la parte de abajo. Regino era muy bebedor y de pronto se iba al baño y regresaba rozagante. Un día, sin saber que estaba yo en el baño, lo vi inhalando. Se ruborizó y al ratito regresó como nuevo.
“Se sabía que su corrupción venía en buena medida de su adicción. Porque antes era mucho más caro”.
-¿Cómo contrasta a Buendía con Scherer? ¿Fueron dos maestros para usted?
-Sí, sí absolutamente. Ellos habían sido amigos en algún momento, porque fueron preparatorianos si no compañeros, por lo menos contemporáneos en el instituto de los jesuitas que después fue el Instituto Patria. Como reporteros en los años cincuenta coincidieron.
“Eran distintos. No los puedo comparar estrictamente hablando, porque Buendía era más claramente mi jefe. El me decía qué y cómo. Scherer no. En el periódico, me daba mayor autonomía. Cuando dirigí la sección internacional, él no me decía cómo manejarla. En cambio, con Buendía era un periódico muy chiquito. Había una dirección más inmediata e imperativa”.
“Buendía no delegaba porque no había en quién delegar. Scherer sí. Scherer daba líneas, tonos generales, pero uno era responsable de hacer lo que tenía qué hacer.
-¿Por qué se distanciaron?
-Porque Buendía comenzó a escribir en Excélsior de Regino Díaz. Buendía escribió la columna Red Privada inicialmente en El Sol de México que era dirigido realmente por Fausto Zapata, en nombre de Echeverría.
“Cuando nos echaron de Excélsior, Buendía escribía en El Sol de México. Scherer y Fausto Zapata habían sido amigos. Grave error de Scherer. Yo le decía: ‘Zapata finge ser tu amigo, no lo es’. ‘No, es mi amigo’, me respondió. Y fue uno de los autores del golpe, Zapata.
“A Scherer le vino mal que Buendía escribiera en el periódico dirigido por Zapata que había sido uno de los autores del golpe.
“Ya tenían una relación distante. Por ejemplo, hice amigos a Buendía y a Zapata, pero no logré que ambos aceptaran una invitación a comer. Le pudo mucho a Scherer que Buendía comenzara a escribir en Excélsior. “Buendía me avisó: ‘no tengo más remedio que ir a Excélsior, pero quiero informárselo’. ‘No hombre, a mí no me tiene que informar nada’, le respondí. Pero a Scherer no le dijo nada.
-¿Era en el fondo un malentendido?
-Buendía pasó de ser antipanista a ser propriista y Scherer no. Entonces, a Scherer le pareció que tenía demasiada cercanía con el gobierno. Y realmente había un cierto problema de celos, me supongo. Los dos tenían catadura de director.
-¿Si le hubiera gustado reconciliarlos?
-Si no reconciliarlos, acercarlos. No tuve eco.
-¿Qué pasó después del crimen de Buendía?
-Scherer mantuvo su distancia con Buendía. Incluso, le costó trabajo aceptar el premio Manuel Buendía. Ese premio se entregó a él por segunda vez. El premio se entregó a Alejandro Gómez Arias, a Scherer, a Elena Poniatowska y a mí.
“El último momento de acercamiento entre Buendía y Scherer se produce por una columna sobre Hank González que no se publicó en El Universal. Esa columna apareció en Proceso.
-¿Se la pidió don Julio?
-Alguien le sugirió a Julio que la publicara.
-¿El mote de Gengis Hank , cuando fue regente capitalino y construyó los ejes viales fue de usted?
-No. Fue Manuel Buendía que lo tenía en el blanco. Buendía dejó de trabajar en El Sol de México y publicó su columna en El Universal.
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