¡¡Exijamos lo Imposible!!
2012: las enseñanzas de Michoacán
Víctor M. Toledo
A unos días de que se
celebre en Michoacán la elección de gobernador, diputados locales y
presidentes municipales, no se sabe a ciencia cierta quién gana y quién
pierde. Mientras, la entidad ha sido literalmente pintada de azul, rojo y
amarillo. Morelia, su capital, se ha vuelto una insoportable y
fatigante sucesión de carteles, anuncios, mamparas, gritos estridentes
en las esquinas estratégicas, pegatinas en los autos y anuncios móviles
llevados en automotores, bicicletas y avionetas que surcan el único
espacio donde podría tener su descanso la mirada. Hasta en las azoteas y
en los muros de casas y edificios aparecen los retratos y siluetas
gigantes de los candidatos. La contaminación no sólo es visual, sino
sonora. Los espacios de radio y televisión han sido cooptados por los
anuncios, musicalizados o no, de los partidos políticos, y las llamadas
telefónicas irrumpen el espacio doméstico día y noche.
Como sucede en otras partes del país y del mundo, la política ha sido
convertida en una práctica despreciable y banal, en mero juego de
imágenes, frases vacías, mensajes subliminales y otros mecanismos
diseñados desde la mercadotecnia y la chabacanería y apuntalados por
torrentes de dinero, oficial y privado, legal e ilegal. La forma sobre
el contenido, lo superfluo sobre lo reflexivo, lo instantáneo sobre la
memoria, terminan por hacer del proceso electoral una parodia mercantil,
una práctica vacía. Hablar entonces de democracia es tan falso como
inútil. En un mundo donde dominan y arrasan poderosos intereses
económicos, el primer acto congruente debe ser la recuperación moral de
la política. Y esta dignificación debe ser el primer objetivo de la
izquierda, pues a la derecha, cualesquiera sean sus matices, le conviene
ese estado de cosas: convertir al ciudadano en consumidor, quitarle
toda capacidad crítica, borrar su memoria, confundirlo mediante el
bombardeo de mensajes confusos, sobornarlo, hacerlo cómplice,
acarrearlo, comprarle el voto mientras compra la propaganda disfrazada
de discurso. En fin, hacer del ciudadano un consumidor pasivo, no un
votante informado, crítico y pensante.
En Michoacán, PAN y PRI utilizaron un método fraudulento de compra de votos: las tarjetas La ganadora y La efectiva.
Toleradas por el árbitro electoral, los grandes escaparates anuncian
que las tarjetas son reales y canjeables. En un país verdaderamente
democrático el uso de esas tarjetas sería suficiente para anular las
candidaturas. La pillería alcanza la cima con el PAN, que en esta
ocasión ofrece a los paladares michoacanos una fórmula nueva: pan con
fresas y cocoa. Su poderío abreva de dos fuentes: los millonarios
recursos de Elba Esther Gordillo, la lideresa más corrupta del país, y
los de su hermano presidente. Cocoa y sus seguidores, además de
la tarjeta, ofrecen regalos por pegar calcomanías, pagan sueldos a los
cientos de jóvenes pobres que gritan en las esquinas, entregan a las
familias juegos de trastos o bultos de cemento, compran credenciales de
elector y, last but not least, han ofrecido dinero hasta a los sacerdotes (caso de Chucándiro). ¿Alcanzará Cocoa
a comprar el cielo o terminará en el infierno? La frase con que el
poeta Javier Sicilia califica a estos políticos en su último libro es
certera: católicos hipócritas
.
El PRI no se queda atrás; simplemente usa los medios y
prácticas de siempre, desvanecidos por la imagen de un Fausto Vallejo
sobrio, pausado, cauto y con apariencia de hombre de bien. Presidente
municipal de Morelia en tres ocasiones (1994-1995, 2002-2004 y
2007-2011), durante sus ocho años como gobernante se caracterizó por
favorecer los negocios de empresas constructoras e inmobiliarias,
quienes se beneficiaron con permisos a fraccionamientos en zonas de
preservación ecológica o en la construcción de obras sospechosamente
caras. Igualmente apoyó, junto con el PAN, el desarrollo de emporios
urbanos como Tres Marías y Altozano, diseñados alrededor de campos de
golf y de gigantescos centros comerciales. Por ello la especulación y
los cambios de uso del suelo estuvieron a la orden del día. Resultado:
Morelia es cada vez más una ciudad desordenada y sobre todo injusta.
Hoy, 40 por ciento de las colonias populares carecen de agua suficiente,
el transporte público es una colección de chatarras, las tenencias
están olvidadas y la capital presenta altos niveles de injusticia social
y de inseguridad. El agua de Morelia es también la más cara del país
(21 pesos el metro cúbico).
Pese al esfuerzo, la izquierda cayó, salvo honrosas excepciones, en
muchas prácticas similares. Cientos de espectaculares sin ningún mensaje
y con la imagen gigante del candidato inundaron el estado. Como si para
los electores fuera suficiente mirar un retrato y votar. También fueron
notables los musicales para retrasados mentales, los acarreos
simulados, los discursos demagógicos y los ofrecimientos a diestra y
siniestra. El candidato lo mismo ofreció 2 mil tractores a los
productores del Bajío que un centro de convenciones a los empresarios
morelianos. El resultado más preocupante es que a los ojos de la
ciudadanía no hubo diferencias de forma con lo ofrecido por el PRI y el
PAN. La campaña de la izquierda fue incapaz de ofrecer un programa
claro, específico y bien articulado, construido a partir de las
necesidades de la gente. Tampoco difundió sus principales fortalezas,
como la selección de su candidato mediante el voto de 300 mil
michoacanos, la participación de más de una centena de investigadores,
intelectuales y artistas en el programa de gobierno, y especialmente los
talleres participativos, un aporte original al proceso electoral.
No se sabe quién ganará. Lo que es una certeza es que la izquierda
michoacana sigue reproduciendo las prácticas electorales que no
informan, ilustran o forman conciencia. Con ello abona sin duda a su
propia derrota. Una opción verdaderamente de izquierda está obligada a
realizar campañas que construyan ciudadanía, no habitantes desinformados
y manipulados. La corrupción del discurso es el primer síntoma de la
depreciación moral de la política. Si la izquierda no se prepara para
una campaña en 2012 de diálogo inteligente y respetuoso con la
ciudadanía, centrando su acción no en los actos masivos y en la
propaganda a distancia, sino en la visita a los hogares y en los
talleres participativos barriales y municipales, las posibilidades de
triunfo serán limitadas. Construir el poder ciudadano antes, durante y
después de las elecciones es una tarea obligada.
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