lunes, 22 de agosto de 2011

Los Gays españoles también son católicos

¡¡Exijamos lo Imposible!!
Fijación anal no superada
María Teresa Jardí

Es posible que Freud pensara o incluso estableciera que de fijaciones anales no superadas hablan los llamados a no ser “mariquitas” o a atacar a “los mariquitas”. Los seres humanos, sin problema de definición sexual, es claro que no necesitan ensañarse con el otro que de manera diferente actúa o piensa, ni van por el mundo queriendo catalogar, con bajeza, a los otros, en aquello que salta a la vista que es su fijación, no la de los otros.

Mientras el consulado mexicano en España se desvive por defender y “atender” al terrorista que llama a asesinar a “mariquitas” sin importar que los mismos también sean creyentes. Creyentes, pero pensantes. Y que como pensantes no hayan estado de acuerdo en que les cueste a los españoles la visita de un Papa. Y menos aún en medio de una crisis de desempleo como la que atraviesa hoy España. Por no enterarse, el terrorista mexicano, ni enterado está de que los españoles son mayoritariamente un pueblo judeoespañol y de que también los gays españoles son en general católicos.

Llamar “mariquita” al otro, es la despectiva manera de calificar a los pensantes, como antes fue usado, por los también fascistas, llamar comunistas a todos los pensantes, convirtiendo en acusación, lo que es elección.

No importa por eso que los pensantes sean gays o heterosexuales, jóvenes, viejos, curas y niños. Lo inaceptable es que piensen. Los inaceptable es que provengan de familias pensantes. El problema, para los fanáticos está claro, que es el que alguien piense y por pensar el fanatismo rechace.

Una manera despectiva de calificar utilizada por el fanático de ultraderecha mexicano a todos los pensantes españoles. Pero eso, bien defendido en cada uno de sus derechos por el consulado mexicano. Un consulado similar a los consulados que, por tratarse del imperio y de pobres que nada tienen de fanáticos de derecha, dejan que se asesine sin brindarles ni la menor oportunidad de defensa. Que se asesine con ese crimen “legalizado” con el que la derecha establece la aplicación de la pena de muerte. Porque no olvidemos que la derecha de manera ilegal también asesina y en México el ejemplo, que al mundo brinda, está resultando ya del todo espeluznante.

Mientras el consulado mexicano se desvive por ayudar al terrorista mexicano que exhibe el nivel de locura en que todo fanatismo se convierte y a la ultraderecha aqueja. Al grito de ya “basta de mariconadas, saquen las porras y a repartir” llama el jefe de la policía española, a la policía de ese país, a atacar a los que se manifiestan en contra de que el erario español cargue con el gasto de la visita de un Papa a España.

Una visita fallida la del nazi que, como cabeza de la Iglesia católica, en el Vaticano despacha. Una visita marcada por la represión a los muchos españoles católicos, curas de la Iglesia católica incluidos, que suma a la debacle, para el imaginario mundial, que sufre esa Iglesia que se soñara eterna y no tardará en demostrar que eterna es, si acaso, la muerte.

Un oso el de Ratzinger en España, aunque la telebasura y los medios lo hayan querido encubrir, a base de exhibir el fanatismo de monjas y jóvenes sin más expectativa que la de acogerse a un milagro para que les resuelva la vida. Un oso, el del Papa en España, que adelanta el desprestigio imparable que ya alcanza esa Iglesia en manos de ricos aunque nacida para defender a los pobres.

Aunque no mayor, el oso, está claro, que el de enviar a un país ahogado en sangre, la sangre de otro Papa de esa Iglesia, que a Cristo, si existe, debe avergonzar al punto de no querer ya saber nada de la misma.

Una vergüenza que un Papa vaya a hacer el oso a un país donde el pueblo lo rechaza. Una vergüenza no menor que a México envíe el mismo Papa la sangre de quién sea. Pero peor aún que la sangre enviada sea la de quien habiendo sido Papa fuera también un probado defensor de curas pederastas y que lo haya hecho, en el mejor de los casos, en aras de no dejar de recibir el mucho dinero que La Legión (del Demonio) a través del impresentable Maciel, desde México, al Vaticano enviaba.

La sangre de Juan Pablo II no lava las culpas ni del Papa ni de la Legión que Maciel se creara para tener carne fresca de la que pudiera abusar impunemente a lo largo de su vida. Ni tampoco lava las culpas de la jerarquía que a México impusiera otro impresentable que Jerónimo Prigione se llama. Lo que logra el envío de la sangre de ese pecador, al menos por encubridor, es no permitir el olvido de las culpas del “beato” que santificar quiere Ratzinger, igual de involucrado, que el anterior, al menos en el encubrimiento a los pederastas y para ver si de paso se olvida que para vergüenza de la Iglesia católica, de suyo tan desprestigiada, él es un Papa nazi, quizá el Papa (con alma negra) que Nostradamuscreo que fuevaticinara como él que pondría fin a esa Iglesia.

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