El aumentar impuestos, como lo propone el Señor de la Hacienda Pública, es patético e inadmisible. Ya está bien que los mexicanos continuemos siendo los mansos corderitos que todo aceptan.
“El Cuerno de la Abundancia”, como antaño se le conocía a nuestra hoy vilipendiada y saqueada Patria, ya no alcanza para todos; y no porque sus ricas tierras hayan dejado de producir o porque sus envidiables litorales ya no den para más.
Ya no alcanza para todos porque hemos permitido que nos saquen camadas y camadas de individuos que llegaron a cargos públicos con una mano atrás y otra adelante y se han convertido en millonarios (multimillonarios sería más propio) a costa de robar al Erario.
Lo que en otras latitudes se pagaría con la propia vida, aquí se reduce simplemente a una sola palabra IMPUNIDAD.
Ridiculeces, como el supuesto atentado frustrado al señor Calderón, ya no convencen a nadie; ni a nadie tampoco convencen las declaraciones de que los del pasado tienen la culpa de lo que ahora nos sucede.
Las cosas por su nombre y a la palabra impunidad se le puede agregar la de INEPTITUD. Estamos gobernados por auténticos delincuentes, mucho peores que los narcotraficantes que persiguen, pues cuando menos ellos ponen el pecho por delante para hacerse de dinero.
Pero eso no es nada nuevo; solo que ahora los funcionarios tienen el agravante de la falta de oficio (para todo se necesita oficio, hasta para robar) y de ser católicos fanáticos que ilusamente piensan que las cosas no se regresan y que confesando sus pecados a un cura (charlatán sería más propio) se van a salvar de la Ley que dice que toda acción trae aparejada una reacción igual y de sentido contrario.
La recuperación económica no la va a ver llegar el señor Calderón, aunque termine su nefasto sexenio. Solo faltará saber si el que lo sustituya (cuando esto suceda) también va a seguir por el mismo camino de no voltear a la Patria y solo ver hacia el extranjero.
El que gracias a las estrategias gubernamentales se haya evitado un daño mayor a la economía nacional, es más o menos como la declaración mesiánica de que gracias a él el mundo se salvó de la “pandemia” de influenza.
Tenemos que hacer algo para terminar con esta pesadilla de sumisión y entrega de la Patria; solo que parece que los mexicanos no queremos hacer un boicot, que sería lo más efectivo, para evitar derramamientos de sangre que, con la subida de impuestos (que ya sabíamos lo propondrían después de las “elecciones”) se corre el riesgo de que se presente; y nadie se llame extrañado si se presenta.
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