por José Agustín Ortiz Pinchetti,
Una realidad indiscutible: AMLO y su movimiento han sobrevivido. Sin más representación que su poder de convocatoria, sin recursos propios, sujeto a un duro cerco mediático, es hoy el líder más importante del país. Es el que pone la agenda al debate nacional. El único capaz de convocar al Zócalo y colmarlo. Lo ha hecho en 32 ocasiones, y lo hará esta misma mañana. Es el más importante líder progresista desde Lázaro Cárdenas. Tanto como presidente del PRD, jefe de Gobierno del Distrito Federal y candidato presidencial ha superado y duplicado los niveles electorales de la izquierda mexicana. Su movimiento tuvo la capacidad de bloquear e impedir la reforma petrolera y hoy, lejos de haberse debilitado, parece emerger con más fuerza, porque la recesión económica ha demostrado que tenía razón en proponer un proyecto alternativo.
A muchos les sorprende el optimismo y el buen humor de AMLO. Lejos de padecer la rabia y el revanchismo que se le atribuye, está bien y de buenas, como suele decir. Ha recorrido 2 mil 83 municipios en 430 días, trasladándose 150 mil kilómetros. Ha constatado que hay un despertar de la conciencia pública, que miles, millones de hombres y mujeres están inconformes y empiezan a entender que sin una nueva organización política no podrá transformarse México.
Ayer, miles de activistas integrantes de comités políticos constituidos ya en casi todos los municipios del país se reunieron en convención en el parque deportivo Reynosa, de Azcapotzalco. Pusieron las bases para fundar y organizar su movimiento. Rindieron protesta y van a iniciar una etapa de expansión y articulación. De seguro los adversarios seguirán diciendo que esta fuerza es un espejismo. Se trata en muchos casos de una “ceguera” malintencionada y en otros de incapacidad para entender que la política en México ya cambió para siempre.
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