La guerra de cerco y arrasamiento del Estado de Israel en Gaza ha sido justificada como un acto de legítima defensa ante los ataques con misiles de Hamas a la población civil. Sin embargo, para el derecho internacional el ejercicio de tal acto tiene limitaciones: la contraofensiva debe ser pronta, proporcional y provisional.
Pronta lo fue pues se dice que respondió a los cientos de misiles que Hamas lanzó después de una tregua, pero se hace omisión de la historia reciente: la ocupación de dicho territorio y el férreo control económico y militar israelí al ingreso de personas, alimentos y medicinas. Proporcional no lo ha sido ni lo puede ser; el mejor símil es una lucha de pedradas palestinas frente a balazos israelíes, plasmado en una absoluta desproporción de armamento, combatientes, muertos y heridos, destrucción física (casas, hospitales, escuelas, depósitos de agua) y aliados externos. Provisional, porque la acción de defensa sucede hasta que Naciones Unidas toma iniciativas para restablecer la paz; organización que brilla por su incapacidad pues la resolución 1860 de su Consejo de Seguridad, no quitó el sueño a los dirigentes israelíes, que cuentan con el apoyo de Estados Unidos, la cínica complacencia de algunos estados árabes, el vergonzoso silencio de ciertos líderes palestinos de Cisjordania y la parálisis cómplice de las potencias europeas y asiáticas.
La desproporción entre el Estado de Israel y la nación palestina es abrumadora en términos de población, territorio, economía y milicia, similar a la que existe entre Estados Unidos e Irak y sobre todo Afganistán. Como esta dimensión del conflicto es difícil de visualizar si hacemos referencia a otros países, resulta más gráfico si usamos el caso de México.
Nuestro territorio es de casi 2 millones de kilómetros cuadrados (km2) y con una población de 107 millones de personas. La Franja de Gaza es de sólo 360 km2, saturada con millón y medio de habitantes, franja cercada por mar y tierra, una ratonera de donde es imposible huir. Si obviamos la destrucción física y nos referimos a la humana de la presente guerra, su saldo da un total de al menos mil muertos, la mayoría civiles, y 4 mil 400 heridos. Esto en proporción a nuestra población nacional equivaldría a 71 mil 400 muertos y 314 mil 160 heridos; si la reducimos a los 8 millones 700 mil habitantes de la ciudad capital, los muertos equivaldrían a 5 mil 800 muertos y 25 mil 528 heridos. De ese tamaño sería la carnicería humana hipotética para nosotros y real para los palestinos. Además de la legítima defensa se ha llegado al extremo de afirmar que es la lucha de la civilización frente a la barbarie: “Si Israel fuera derrotada, serían derrotadas la modernidad, la cultura y la libertad. La lucha de Israel, aunque el mundo no quiera saberlo, es la lucha del mundo” (Pilar Rahola).
Olvidan quienes sostienen esto, que los refinados alemanes nazis comían y brindaban con vino y oían óperas de Wagner mientras en los hornos crematorios morían judíos y también comunistas, patriotas y homosexuales de distintas nacionalidades. Recién un joven judío publicó en El Universal (10/I/09) una nota titulada “¿Y si tú fueras israelí?”. Yo diría lo mismo si fuera católico, protestante, musulmán, ateo o agnóstico: ¡paren esa bárbara carnicería e inicien un proceso de paz justa y duradera para ambos pueblos!
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