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13 Enero, 2009
En la “democracia ficción” que se vive en México contar con medios o espacios plurales de comunicación es un asunto poco común, por ello, el regreso de Carmen Aristegui a la radio mexicana es un garbanzo de a libra que vale la pena festejar, no sin recelo.
Esas dudas obedecen a hechos significativos como su largo tiempo de ausencia: 12 meses en los que la sociedad mexicana perdió un importante espacio de información, análisis y opinión.
Este tiempo es fiel reflejo de la concentración y el control de los medios de comunicación mexicanos en pocas manos; de que los intereses de los dueños de esos medios son muy distintos a las necesidades y exigencias de información de la sociedad mexicana, y de que muchos poderosos se sienten incómodos con su trabajo.
Debido a que no se ha modificado la llamada ley de medios como lo ordenó la Suprema Corte y a que hay varios legisladores que obedecen servilmente a los intereses de esos dueños, la situación en los medios electrónicos en México continuará igual o peor; unos cuantos seguirán dictando lo que deben escuchar, ver y leer los ciudadanos. La libertad de expresión es uno de los principales derechos humanos y políticos, pero también es uno de los más frágiles; así lo demostraron la salida de Aristegui de W Radio, el golpe a Monitor, y muchos otros ejemplos a lo largo de la historia mexicana reciente.
La sociedad conoce bien el trabajo profesional de Aristegui, su equipo y colaboradores, basado en el sentido crítico, imparcial y analítico que le han caracterizado a la hora de abordar muchos de los temas que otros espacios y medios no informaron y que le ha ganado tantos radioescuchas.
Tan importante es el trabajo periodístico independiente como los temas que aborda, y en este sentido hay más camino por recorrer en nuestro país, pues en los últimos años un cuarteto informativo ha dominado casi todo los medios de comunicación, incluidos los impresos: política, espectáculos, deportes y, la reina de todas, la nota roja.
Los intereses de una sociedad no pueden estar tan limitados como las temáticas o “fuentes” abordadas por los medios. Hoy más que nunca, los medios deberían estar obligados a escuchar e interactuar con la sociedad e informar lo que realmente le interesa a la sociedad. ¿Cómo? He ahí el reto.
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