José Agustín Ortiz Pinchetti
■ La raíz del mal
La marcha contra la inseguridad es un ejemplo de cómo causas legítimas pueden ser manipuladas.
El problema es terrible. En los últimos 20 meses han muerto por lo menos 5 mil personas, entre ellas 500 soldados o policías. Calderón desafió a los cárteles del narcotráfico que luchan ferozmente entre sí con un ejército de 30 mil elementos cuando el narcotráfico abarca a una población por lo menos de 500 mil y probablemente más de un millón. Miles de ellos están bien armados y entrenados, incorporados a los cuerpos de seguridad o nutridos por desertores de éstos.
Se habla en general de la corrupción de los aparatos policiacos y judiciales infiltrados por el narcotráfico, pero se oculta que muchos gobernadores e importantes jerarcas son partícipes o encubridores de los delitos. La garantía de impunidad produce un efecto de demostración negativo. Los responsables del fraude y el saqueo del país no han sido castigados.
En los últimos 25 años los jóvenes mexicanos han tenido dificultades para encontrar empleo. 12 millones han emigrado a Estados Unidos, donde pueden ganar 12 veces más. Pero miles se incorporan a la delincuencia organizada, donde no sin riesgos pueden ganar hasta 100 veces más que en las actividades lícitas mal remuneradas.
¿Cuál es la raíz profunda? Una sociedad decadente dominada por una oligarquía, donde las instituciones se están resquebrajando. Un pequeño grupo que se reserva los beneficios no deja crecer el país. Los elementos de cohesión interna se destruyen cada día. La crisis económica se vincula a la inseguridad. La solución no está en más policías, más ejército y penas brutales. Es necesaria una reforma del Estado. Un cambio drástico en la política económica: volver a crecer y empezar a repartir.
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