Pedro Echeverría V.
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Es motivo de orgullo que, a pesar de que han querido destruirnos, no lo han logrado ni lo lograrán. No sólo porque tenemos autoridad moral, sino porque las mujeres y los hombres que participamos en esta lucha, profesamos un profundo amor por nuestros semejantes y, más allá de alevosías y frente a todo tipo de adversidades, mantenemos la firme convicción de construir una sociedad más justa, más humana y más igualitaria
Es motivo de orgullo que, a pesar de que han querido destruirnos, no lo han logrado ni lo lograrán. No sólo porque tenemos autoridad moral, sino porque las mujeres y los hombres que participamos en esta lucha, profesamos un profundo amor por nuestros semejantes y, más allá de alevosías y frente a todo tipo de adversidades, mantenemos la firme convicción de construir una sociedad más justa, más humana y más igualitaria
daños colaterales. Sí, de todo esto es responsable un hombre llamado Felipe Calderón, el cual espero pueda ser llevado, en un futuro próximo, ante un tribunal que le haga dar cuentas de todo lo que hizo y dejó de hacer en estos seis años. Sin embargo, este hombre no actuó solo, ni llegó a la Presidencia mediante un acto de la divina providencia; para ello tuvo cómplices, todos poderosos, todos influyentes y turbios, para los que llevarlo al poder les garantizaba la impunidad a sus delitos y la posibilidad de seguir medrando e incrementando sus riquezas o sus influencias. Tuvo otros cómplices menores, gustosos de participar también, con la idea de obtener fama y buenos pagos por sus servicios. Todos estos hicieron de todo para llevarlo al poder, recordemos algunos de ellos:
haiga sido como haiga sido, según lo comentó luego el segundo. La razón más obvia para ello fue asegurar la impunidad para Fox, para su consorte, los hijos de ésta y la cauda de beneficiados de la patente de corso llamada
Vamos México. No fue la única: hubo otras razones, como la lista de negocios supermillonarios planeados y ejecutados, unos con éxito y otros afortunadamente fracasados; uno de estos, quizás el más ambicioso, fue el nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, el cual iba a ser desarrollado junto a un pueblo de Texcoco llamado San Salvador Atenco, para convertirlo en una zona de grandes negocios financieros, hoteleros, comerciales e inmobiliarios, cuyos principales beneficiarios serían los miembros del grupo Atlacomulco, liderados por el entonces gobernador del estado de México. El proyecto fracasó debido a la tozudez y la valentía del pueblo, que pagó su osadía con violaciones, muertos y encarcelados, para convertirse en una clara referencia de los pueblos en lucha contra la explotación de los poderosos. Allí se estableció, en forma nítida, la asociación entre Fox y el entonces gobernador mexiquense Arturo Montiel, la cual era necesaria borrar con todas sus anomalías; para ello, era menester contar con un nuevo presidente débil, de mira corta y acostumbrado a las componendas, dispuesto a borrar aquella desventura. Quizás esto explica, en parte, la respuesta visceral y autoritaria del actual candidato del PRI a la pregunta que en la Ibero le hicieron al respecto los estudiantes, la cual dio origen a la debacle en la que ha estado sumergido desde entonces.