¡¡Exijamos lo Imposible!!
Por Esto!
La justicia por mano propia
María Teresa Jardí
Si
no se tratara de gente pública por llamar de alguna manera al hecho de
trabajar en los medios o de salir en los medios. Si no fueran
públicamente conocidos, por algunos, los padres de los jóvenes Páramo
González. Al dolor de los padres por la pérdida de los hijos se habría
sumado la nota dada por los medios, en los que trabajan los padres de
los Páramo González, considerando el hecho, igual de inaceptable, como
un ajuste más de cuentas “entre malandros”, usando la palabra que la
madre de los Páramo González usa al pedir que no se juzgue así a sus
hijos.
Lo que yo demandaría para respetar a un presidente de la república
serían los pésames diarios dados en cada caso de una muerte adelantada a
los padres que no por ser pobres son menos padres ni su dolor es menos
intenso ni sus razones al exigir que haga justicia son menos válidas,
aún en los casos en los que de entrada queda claro que son ajustes de
cuentas. Lo que, por cierto, se podía pensar que de un ajuste de cuentas
se trataba el caso de los Páramo desde que se dio a conocer la noticia.
Aunque igual podía no serlo. Y ahí está el caso del hijo de Javier
Sicilia para no llevar a nadie nunca más a falsas conclusiones
adelantadas.
Aunque se podía válidamente pensar desde las primeras notas sobre el
crimen cometido contra los Páramo, por la hora, incluso, en la que se
dieron los hechos, que algo raro había.
A final de cuentas, en Chihuahua no cualquiera a las cuatro de la mañana
se encuentra fuera de su casa y menos aún “gente de la alta sociedad”,
conservadora que es ahí, también la sociedad. Sociedad que además desde
el paso del PAN por el gobierno estatal se creyó aquello de que “la
culpa de los delitos la tiene la noche” y no la impunidad que impera.
Cuando de hijos asesinados de padres comunes y corrientes se trata, Peña
no se ocupa de darles el pésame a esos padres ni los procuradores
estatal y federal se abocan a resolver el caso de manera rauda. Como
están haciendo con el que ya pinta justamente para ser, ese sí, un
ajuste de cuentas por una deuda de droga de jóvenes que efectivamente no
tendrían que haber sido asesinados.
Ningún padre tendría que pasar por esa situación límite en la que el
hijo o la hija no sólo se muere antes que los padres de manera no
natural incluso por lo que toca a la edad de unos y del otro. Sino que
además manos ajenas los privan de la vida que es a final de cuentas lo
único que los mortales realmente tenemos de manera temporal como bien
único e irrepetible.
No son menos padres los padres de los migrantes agredidos ni los padres
de los ejecutados y colgados y mutilados y asesinados incluso por mala
atención en hospitales, que por no tener ni guantes para los médicos
encargados de las operaciones que practican corriendo el riesgo de morir
por una hepatitis contagiada por aquel al que quieren salvar, a pesar
de no contar ya ni con lo más elemental para cumplir con la función
elegida como vocación y opción de vida. Porque también se puede elegir
el convertirse en médicos a modo de la medicina privatizada, médicos
bien pagados que se prestan, algunos incluso a operar a los que no deben
ser operados, porque sacar algo del cuerpo a quien tiene para pagar
deja mucho dinero y el negocio de la salud privatizada, donde la
corrupción es regla, es también un gran negocio.
Nadie tiene el derecho de privar de la vida a otro, y diez mil pesos son
muy pocos para perder la vida. Pero otros mueren por nada y la gran
ausencia son las investigaciones de los que debieran hacerlas y los
pésames de los obligados a darlos.
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