viernes, 15 de marzo de 2013

Narcos desaparecieron e idem ejecutados

¡¡Exijamos lo Imposible!!
Milenio 
Momento de decisión
Epigmenio Ibarra

Enrique Peña Nieto tiene prisa. Ha dado, uno tras otro, golpes político-mediáticos de enorme efectividad para asegurarse una legitimidad que de origen no tiene y pavimentar así el camino para hacer realidad, hasta sus últimas consecuencias, su proyecto económico.

El llamado Pacto por México, suscrito por PAN y PRD; la detención de Elba Esther Gordillo; la reforma de telecomunicaciones con los golpes implícitos en la misma, así se queden más en la intención que en la realidad, a los monopolios, han ocupado las primeras planas de los diarios y los espacios principales de los noticiarios de radio y tv.

La violencia, que continúa cobrando vidas a granel en las calles de pueblos y ciudades, ha perdido el valor mediático que, en su megalomanía y despropósito, le dio Felipe Calderón.

No escuchamos ya, en cada corte comercial, los spots del “gobierno del Presidente de la República” anunciando la muerte o la captura de capos y otras victorias pírricas que, a fin de cuentas, solo producen más derramamiento de sangre.

Es evidente que se ha contenido el embate que, a fuerza de pura presión propagandística, imprimía Calderón al accionar de las fuerzas federales. No buscan soldados y marinos con el mismo afán el choque continuo con el narco. Al no estar sometidos a la urgencia de producir material para spots, los mandos, al parecer, son más cautos al operar.

La guerra, resultado de la ineptitud criminal de Felipe Calderón, sigue y seguirá, pero ha sido desplazada, pese a que hace poco se dieron a conocer las terribles cifras de muertos y desaparecidos, a las páginas interiores de los diarios y ha desaparecido del cuadrante de la radio y la pantalla de la tv.

Con pasmosa docilidad medios y periodistas, inmersos en la nueva dinámica que el poder marca, dan la vuelta a la página a esta verdadera hecatombe. Otro tanto hace la gente de cuya pobrísima capacidad de asombro y frágil memoria ya hemos escrito aquí.

En lugar de los cantos de guerra de Calderón estamos sometidos ahora a un bombardeo publicitario, igualmente avasallante, sobre cómo habrá de “mover este gobierno” al país hacia delante.

Todo es positivo, brillante, prometedor. El mismo discurso del éxito que condujo a Peña Nieto a la gubernatura del Estado de México, solo que ahora dicho con toda la fuerza del poder supremo.

Un poder supremo que pretende descansar, desmarcándose de Felipe Calderón no en el disfraz de general, sino en la construcción de consensos o, por lo menos, en la venta de una imagen de que lo que se está haciendo o es resultado de los mismos o se hace, precisamente, para tender puentes.

Fácil se la han dejado a Peña Nieto los que se dicen partidos de oposición y que, aceleradamente, van perdiendo ese carácter.

Reducido al papel de comparsa, amenazado por la posibilidad de que las indagaciones sobre los delitos de Elba Esther lo alcancen si los investigadores levantan unas pocas hojas más, el PAN se limita a bailar con la música que el PRI le toca.

Disminuido, desprestigiado, no tiene, al menos en lo que se alcanza a ver, figuras que puedan rescatarlo de la debacle. Tampoco le quedan ideas ni mística para salir de su bancarrota política y moral. Ahí está y ahí seguirá al servicio de lo que el gobierno disponga.

Por el otro lado el PRD, ya de por acomodado hace años a los usos y costumbres del régimen, se siente como en casa. Muy atrás ha dejado los principios y la ideología que le dieron origen.

No quedan rastros ya del impulso ético que en estos tiempos de colapso teórico debería caracterizar al menos a una fuerza política de izquierda. Se entienden los perredistas a la perfección con los priistas que, en su necesidad de construir consensos en torno a su proyecto, no solo los hacen sentir sus pares, sino que hasta protagonismo les ceden.

Difícil la tienen los demás partidos de izquierda y Morena, que se encuentra en proceso de formación. Han de decir primero, y de manera clara e inequívoca, de tal manera que la gente los escuche y les crea, que son distintos al PRD y sobre todo han de creérselo.

Oponerse a un gobierno “tan exitoso” y dotado de tan formidable aparato de comunicación; hacerlo en un entorno donde el aplauso a las medidas es tan uniforme como acrítico; conectar con los jóvenes; remontar el desprestigio que acompaña a la política partidista son los retos de ésta que está llamada a ser, si los supera, la alternativa frente a un PRI que llegó para quedarse.

Demolido, por el golpe a Elba Esther, el bipartidismo de derecha queda por construir la que habrá de ser la verdadera alternancia. Será el 2018, si la izquierda es consistente, creativa, inteligente, la oportunidad para la misma o será solo el refrendo de que en este país no tiene cabida la esperanza.

Y si difícil la tienen las fuerzas de izquierda organizadas, más difícil la tenemos los ciudadanos sin partido pero con memoria. Los que no olvidamos el saqueo del que este país ha sido víctima por esos mismos que hoy se presentan libres de culpa. ¿Qué hacer? ¿Cómo actuar? ¿Dónde, de qué manera iniciamos el debate? ¿Cuál ha de ser el rumbo que tomemos? 

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