miércoles, 13 de marzo de 2013

La historia lo condena cercano al poder

¡¡Exijamos lo Imposible!! 
La Jornada
Nuevo papa fue acusado de retirar protección a jesuitas detenidos por dictadura

Uno de los religiosos secuestrados por el régimen, Orlando Yorio, lo acusó de haberlo entregado. El ascenso en Argentina del ahora papa coincidió con uno de los periodos más oscuros de ese país, lo que provocó fuertes críticas.
Reuters

Buenos Aires. Jorge Mario Bergoglio llegó al sacerdocio a los 32 años, casi una década después de perder un pulmón por una enfermedad respiratoria y de dejar sus estudios de química. Pero pese a su ingreso tardío, en menos de cuatro años llegó a liderar la congregación jesuita local, un cargo que ejerció de 1973 a 1979. Su ascenso coincidió con uno de los períodos más oscuros de Argentina, lo que le deparó fuertes críticas: la dictadura militar que gobernó el país entre 1976 y 1982.

El cuestionamiento remite al secuestro de dos jesuitas detenidos clandestinamente por el gobierno de facto por hacer tareas sociales en barriadas de extrema pobreza. Según la acusación, Bergoglio les retiró la protección de su orden religiosa. Ambos párrocos sobrevivieron a un encierro de cinco meses.

El señalamiento consta en el libro El silencio del periodista Horacio Verbitsky, también presidente de la entidad privada defensora de los derechos humanos CELS. Se apoya en manifestaciones de Orlando Yorio, uno de los jesuitas secuestrados, antes de fallecer por causas naturales en 2000.

“La historia lo condena: lo muestra como alguien opuesto a todas las experiencias innovadoras de la Iglesia y sobre todo, en la época de la dictadura, lo muestra muy cercano al poder militar”, señaló tiempo atrás el sociólogo Fortunato Mallimacci, ex decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires.

Además, Jorge Bergoglio fue citado por la justicia de Argentina como testigo en el caso que juzgaba a responsables del plan sistemático de apropiación de menores hijos de desaparecidos durante la pasada dictadura militar.

Los detractores de esa postura sostienen que no está probada y que, por el contrario, Bergoglio ayudó a muchos a escapar de las fuerzas armadas durante los años de plomo.

En el Vaticano, lejos de la mancha ignominiosa de la dictadura que aún sobrevuela sobre muchos de los que tuvieron actividad pública en esa etapa de Argentina, se espera que este hombre silencioso conduzca la estructura de la iglesia con mano férrea y con una marcada preocupación social.

Los políticos argentinos fueron varias veces blanco de la retórica filosa del sacerdote, que los ha acusado de no combatir la pobreza y querer enquistarse en el poder.

En el 2010, también se enfrentó al Gobierno de la presidenta Cristina Fernández cuando impulsó una ley para permitir el matrimonio entre personas del mismo sexo.

No seamos ingenuos: no se trata de una simple lucha política; es la pretensión destructiva al plan de Dios”, escribió Bergoglio en una carta días antes de que el proyecto fuera aprobado por el Congreso.

Cardenal desde 1998, muchos de los pares que eligieron a Bergoglio lo conocieron por su inesperada y reconocida actuación de relator durante el Sínodo de purpurados del 2001.

Hijo de un hogar de clase media con cinco hijos, de padre ferroviario y madre ama de casa, poco afecto a aceptar invitaciones privadas y poseedor de un “pensamiento táctico”, según los especialistas, ahora deberá presentar sus credenciales ante más de mil millones de católicos.

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