viernes, 8 de febrero de 2013

Lo de diario 'Instituciones secuestradas'

¡¡Exijamos lo Imposible!!
Sinembargo
Implosión
Por: Mariana Gallardo

Explotó Pemex y ojalá drenen la mierda que trae adentro. No creo que se animen. Lo de menos es si Peña Nieto se fue luego de golfista a Punta Mita. Lo que importa es qué pasa cuando una de nuestras estructuras “secuestradas” se inunda de un gas, probablemente metano, o sus ductos están corroídos o simplemente hay una bolsa de cosméticos.

Porque últimamente el término instituciones secuestradas es el birote nuestro de cada día. (Es que crecí en Jalisco, ahí si que hay pan salado o bolillo o birote. En el D.F., por simples cuestiones de altura, jamás probarán esta delicia. Lo siento en el alma. Tomen un chato y vayan por uno y úntenle crema de la buena. O frijolitos y aguacate.)

Mientras esta tragedia sucede, yo duermo en mi pequeño mundo. De pronto me levanto por un sueño. Pareciera que no puedo moverme de la cama, por más que lo intento. En el sueño se produjo una implosión en mi cuerpo. Hubo una fuga de gas (no, querido lector, no fue una ventosidad, como diría mi editor), fue un catalizador que me puso un cerillo en el culo y me prendió fuego por dentro. Fuego del que quema la garganta, acidez en el estómago, insomnios recurrentes, almohadas mojadas en lágrimas y pocas ganas de comer. Quiero vivir como un murciélago, convertirme en una rata con alas.

Abro los ojos. Estoy en mi cuarto. Los aviones pasan intermitentemente. Nunca he contado el tiempo que transcurre entre cada uno de estos artefactos voladores, estas máquinas asombrosas. Pero el efecto de su sonido es tranquilizante. Significa que la Ciudad de México sigue viva.

El antifaz se me ha caído. Afortunadamente no hay luz de la Luna llena esta noche. Es que yo, desde que descubrí el antifaz, no puedo dormir sin él, a menos de que los tequilas o las pastillas hagan efecto y caiga desmoronada y vestida en la cama.

Somnolienta y con el pelo hecho un desastre, al día siguiente le abro la puerta a Valerio, el que trae los garrafones de agua, así en mi bata de puntos de colores con la que parezco un delicioso merenguesegún yo, pero no según él porque asusta. O me ve raro. Seguramente para él soy la vecina extraña del cuatro, que parece que no trabaja y que sale corriendo, siempre tarde y con prisas a la estación del Metro, con bolsa y celular en mano.  

Construir, preservar, destruir. Los tres elementos. Fuerza vital, ciclo de vida. Ahora me encuentro en el último. Hay un aspecto florido en el rompimiento, el redescubrimiento.

Ajuste, modificación, cambio, introspección, inscripción al budismo, reconocimiento de faltas o pecados que tomarán mil rosarios y dos vueltas de rodilla a La Villa para hacer el milagrito. El sencillo milagrito de encontrarse uno con uno mismo. De verse a la cara y decir, no puedo. No estoy pudiendo carajo. Me estoy cayendo a pedazos. Aunque nadie lo note, aunque cada día cumpla mi rutina o le añada por aquí y por acá, como si fuéramos un pastel recién horneado, que salió dorado casi azabache, donde se le añade un poquito más de mermelada de cerezas negras para cubrir las imperfecciones.  

Como el ave fénix, me cae. Proceso doloroso. Incierto. Al cierre del 2012 tuve invitadas en la casa. Dos mujeres extraordinarias. Una de ellas me soltó una frase misil, directo al corazón: “eres de la generación del consumo”. O sea, uso y desecho. Bien a bien no logro digerirlo, pero ya es febrero y sigo con el tema. No ha habido taza de café con leche donde tragarlo para desaparecerlo, las palabras resuenan.  

No habrá té de tila, ni conversaciones, ni benzodiacepinas ni horas de ejercicio que me quiten esta idea. Es como un pensamiento circular, recurrente.  

Sólo queda el pequeño detalle de construir de nuevo. Cimientos frescos, sólidos. Tengo siete meses para hacerlo, antes de cumplir los 30. La vida sigue. Yo, al igual que Gobernación, invitaré peritos a recorrer mi existencia. Observadores internacionales.  

Porque, toda proporción guardada, la explosión del pasado jueves me dolió en el alma. Es como una señal de alerta para el país. Nos están gritando que el huevo podrido huele a mierda.  

Si Peña Nieto y su equipo no pueden, no los juzgo. Hacen falta huevos, no buena voluntad, para atreverse a reconstruir un país. Hace falta que México se redescubra, se reinvente. Que cada uno de nosotros transitemos por el doloroso proceso de suspender el tiempo un momento, cuando nos gritan que el tiempo vale oro, pero que vayan con alguien más con ese cuento.

¿Qué no todos desayunamos? ¿Nos echamos una Coca Cola, un cigarro, un café Andatti del Oxxo antes de ir a trabajar, una siesta? ¿No esperamos el autobús, viajamos en Metro, Metrobús o auto? ¿Vemos un programa en la televisión? No me digan que no hay tiempo. hay, quizá poco, pero existe.

“Eso es el aprendizaje. Usted entiende algo de repente y entiende toda su vida pero de una forma nueva“. Doris Lessing
@mariagpalacios 
SINEMBARGO.MX

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