¡¡Exijamos lo Imposible!!
Por Esto!
Ojalá y la llegada de Peña...
María Teresa Jardí
Lo moral, entendido como lo ético, queda claro que es lo correcto. La
moral individual ya se sabe que es personal y la libertad del hombre
—lucha constante del ser humano desde que la humanidad existe— se
encuentra vinculada justamente a la posibilidad de tomar decisiones
propias, en todo aquello que atañe a cada persona. Incluso por lo que
toca a decisiones extremas. Teniendo como ejemplo la de matarse fumando o
tomando Coca-Cola. O la de hacerlo con drogas incluso legalizadas como
el alcohol. O tirándose de la azotea o de una ventana o a las vías del
metro...
Las
leyes fueron creadas a base de establecer en ellas preceptos morales
que se fueron convirtiendo en los grandes principios que dieron vida a
los estados, que luego algunos de ellos pasaron a convertirse con el
paso del tiempo en democracias. Y otros en repúblicas, que si bien no
respetaban el voto, conservaban una cierta moral política. Lo que
sucedió en México, hasta que la amoral se convirtiera en la regla de la
mafia política que hoy desgobierna al país con desvergüenza. A lo largo
de los setenta años del viejo partido de Estado que, como PRI, hoy se
encuentra de regreso, funcionaba más o menos con cierto respeto la
división de poderes. División más acabada, por llamarle de alguna
manera, en el Poder judicial conforme se iba subiendo el rango de sus
componentes. Menor en la de los jueces más manipulables por el
Ejecutivo, regular por lo que tocaba a los magistrados y de plano
escasamente existente por lo que tocaba a los ministros. Mucho más tarde
esbozada más o menos de nuevo, una vez pérdida luego de los primeros
años de vigencia de la Constitución de 1917, en el Legislativo con la
reforma de Reyes Heroles que sacó de la clandestinidad al Partido
Comunista.
Y con esto no pretendo decir, incluso porque es obvio que no fue así,
que nada funcionara de manera del todo correcta en el país. El cacicazgo
lo impedía y el centralismo que en parte también se usaba para acotar
en cierta medida el caciquismo de lo estados. Centralismo caciquil,
también, tampoco le interesaba que las cosas marchasen de manera
correcta por lo que toca al funcionamiento de la cosa pública, que
demanda, como es evidente, el consenso de la sociedad, que en México
siempre ha sido tratada como menor de edad, a lo que contribuía, también
hay que decirlo, la actitud del pueblo que en el presidente dejaba su
destino porque crecer duele e implica asumir la responsabilidad que ser
mayor de edad trae consigo.
En algún momento, claramente, desde Miguel Alemán, lo moral empezó a ser
cambiado por lo inmoral y la sociedad adinerada empezó no sólo a
aplaudir al político que se iba convirtiendo en hombre rico, sino a
envidiarlo aspirando a conseguir un puesto similar y así los cambios de
sexenio se iban convirtiendo en los de “a los que les había llegado la
hora porque habían apoyado al impuesto con el dedo del cacique mayor o
en los de aquellos que debían esperar seis años más para no volverse a
equivocar”. Cuando el tener ocupó el lugar del ser, lo inmoral empezó a
ocupar el lugar de lo moral.
Pero entonces existían también los terceros que, aunque aparentemente
marginales, daban la lucha por la ética como presupuesto de la vida para
todos digna y justa. Y, como la ética, imperativo universal, no había
dejado de estar presente, la conciencia llevaba a algunos a seguir
considerando la función de gobernar como un servicio al pueblo, que por
mandato de la Constitución era el patrón de los que habían elegido la
política como su opción de vida y de trabajo. A trompicones algunas
cosas funcionaban todavía y así si se litigaba correctamente se podía
aspirar, incluso en materia de trabajo, a ganar en la Corte a pesar de
la corrupción que tocaba a las Juntas.
Ojalá y la llegada de Peña hubiera traído al viejo PRI de regreso...
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