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Los Senadores y Don Belisario
Por Alberto Híjar
Cumplió 99 años de asesinado el médico Belisario Domínguez, quien dio a
conocer su repudio al dictador Victoriano Huerta. De nada le valió ser
senador ante el golpista. Otro médico, Aureliano Urrutia, le cortó la
lengua y se la envió en un frasco al dictador. Un diputado, Manuel
Reyes, escribió un Yo acuso a Henry Lane Wilson, embajador de Estados
Unidos, y logró sobrevivir al golpe de Estado del 6 de febrero de 1913.
El diputado Serapio Rendón es otro valiente porque denunció y salió a la
calle a organizar al pueblo, pero fue capturado y asesinado en un
cuartel de Tlanepantla.
Debaten
los senadores a quién entregar la medalla con el nombre y la efigie del
valiente senador chiapaneco y enlistan para ello a escritores con
carrera universitaria, a políticos al servicio de los gobiernos y al
médico Manuel Suárez, ciertamente reconocido por sus colegas por sus
servicios a la salud pública. Ninguno de estos candidatos emula la
resistencia política de don Belisario, Serapio Rendón y Luis Manuel
Reyes.
Hay al menos dos médicos dignos de reconocimiento. Uno es el doctor
Mario Rivera Ortiz, organizador de los estudiantes socialistas de
Guadalajara en los 50 y dirigente de la Juventud Comunista de allá y
luego en el Distrito Federal, donde también ocupó cargos en el Comité
Central del PCM. Figura entre los inculpados de disolución social a raíz
del enfrentamiento del primero de mayo de 1952 contra la Policía
Judicial a un costado de La Alameda donde fueron asesinados el artesano y
estudiante del IPN Luis Morales y otros dos obreros y un estudiante.
Los jóvenes comunistas capturaron a un agente y lo fueron a aventar al
pie del balcón central del Palacio Nacional para sufrir de inmediato
captura y encarcelamiento. Hay una bella foto del doctor tocando el
violín en la crujía H de Lecumberri. Su libro Columnas contra cordones,
narra lo ocurrido con excelente prosa. Alerta a la verdad histórica, el
doctor aclaró a La Jornada en junio de 2003, la foto donde aparece
Carlos Salazar Puebla, el policía criminal golpeado por los indignados
manifestantes que fueron acusados en las habituales campañas de
desprestigio como la de entonces incluyente de Martín Luis Guzmán y su
revista Tiempo. Siempre alerta, hasta el análisis minucioso de las
elecciones de 2012 con una reflexión de clase y un conteo preciso para
probar que ganó una minoría, el autor de Los Despobladores, es también
autor de El secuestro de José Guadalupe Zuno, un capítulo de la lucha
guerrillera de 1974, donde reivindica la figura del distinguido
jalisciense que tuvo la desgracia de ser suegro de Luis Echeverría, a
quien repudió. Durante veinte años continuos publicó con su compañera,
la cardióloga Carlota Guzmán, el boletín Medicina y Sociedad firmado por
el Círculo de Estudios Ismael Cosío Villegas. Las actividades del
Movimiento Médico obligaron al exilio a los jóvenes especialistas que
encontraron en Cuba las contradicciones de un proceso revolucionario al
que se incorporaron no sin vencer dificultades con su alta calidad
profesional y su entrega revolucionaria. El Cuini tiene bandera da
cuenta de todo esto con el título de una canción en boga en los primeros
años del triunfo del pueblo cubano. La excelencia de las cirugías de
tórax le valieron al doctor Rivera importantes reconocimientos. Como
todos sus libros, el dedicado a los años en Cuba, es ejemplar en la
crítica del lugar de Cuba en América y el mundo, las dificultades y
recursos del proceso revolucionario y lo más revelador de la vida
hospitalaria y militante hasta 1966 cuando regresaron a México.
El Fracaso de la Revolución Democrática de Liberación Nacional, narra el
proceso que lo expulsó del PCM junto a distinguidos militantes opuestos
a congraciarse con el gobierno después de la brutal represión del
Movimiento Ferrocarrilero y de la prisión política a distinguidos
dirigentes como Campa, Vallejo y Siqueiros. De su archivo personal,
extrae el doctor importantes documentos que a estas alturas son una
denuncia de las debilidades del PCM infiltrado por el oportunismo,
incluyendo a algunos aliados que acabaron con altos puestos en el
Estado. Para entender lo ocurrido entre 1960 y 1965, nada mejor que los
textos del médico graduado de doctor en Ciencias Sociales por la UAM,
cuando cumplía 80 años, con una excelente tesis biográfica sobre el
Movimiento Estudiantil en Jalisco desde los 40 y hasta las consecuencias
hoy por hoy concretadas en el relumbrón de la Feria Internacional del
Libro. El estudiantado, una nueva clase social, es tan importante, que
el Colectivo Voz Nómada del movimiento Yo Soy 132 le ha grabado una
larga entrevista como clave para impulsar la reflexión sobre el lugar
histórico de los estudiantes.
Amigos entrañables, los doctores Rivera y Guzmán y Felipe Martínez
Soriano, comparten la necesidad de construir la democracia plena. El
médico y profesor Martínez Soriano destacó hasta alcanzar la rectoría de
la Universidad de Oaxaca lo eligieron en asamblea los maestros y
estudiantes en proceso de autogestión. Desde entonces, la elección del
rector en Oaxaca es por votación directa y secreta luego de la
presentación de proyectos de los candidatos en la asamblea
universitaria. El doctor Martínez Soriano, desde los 70, asumió el
descubrimiento de que los estudiantes vienen desde ciudades y
comunidades de casi todo Oaxaca, por lo que se hicieron habituales los
apoyos y solidaridades con los muy necesitados y urgidos. De aquí nació
el Movimiento Democrático Independiente, Unión del Pueblo y luego el
Frente Nacional Democrático Popular cuando el doctor y su esposa
Josefina recorrían México. A raíz de la ejecución de unos policías que
emboscaron a militantes del PROCUP-PDLP el 23 de octubre de 1990 en la
puerta de La Jornada, el doctor que permanecía en huelga de hambre en la
Plaza de la Solidaridad en un costado de La Alameda Central, fue
aprehendido y encarcelado por ocho años. Gocé cuando en la Asamblea
General de la APPO en 2006, mencioné su nombre que fue aclamado mientras
él y su compañera Josefina agradecían el improvisado y largo aplauso.
Como todo preso político, su deteriorada salud no le impide mantenerse
activo y luego de sufrir una operación, publicó un libro de memorias.
Mario Rivera Ortiz, Felipe Martínez Soriano y alguien más entre los
médicos adentrados en lugares sin clínicas ni farmacias ni hospitales
para involucrarse en la construcción de la salud integral y no sólo la
opuesta a la enfermedad, serían candidatos a la Medalla Belisario
Domínguez si hubiera dignidad y conocimiento histórico en el Senado de
la República. Pero no los hay. Hay seguidores de aquellos que
acompañaron a Díaz Ordaz a inaugurar la Olimpiada de la Paz el 12 de
octubre de 1968.
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