domingo, 2 de septiembre de 2012

Una cosa la mayoría no votó por copetes

¡¡Exijamos lo Imposible!! 
Homozapping
El inicio de Peña Nieto; el rechazo de una nueva generación, reflexiones 
(Segunda Parte)

 
Continuamos con las reflexiones iniciadas en estos momentos amargos de la realidad política mexicana. Pueden consultar la primera parte aquí:

4.-Peña Nieto ante el Tribunal, la Persistencia del Autoengaño.

Como si se tratara de cumplir un trámite (o un mandato) antes del 1 de septiembre, la Sala Superior del TEPJF le entregó la constancia de mayoría a Enrique Peña Nieto. Llegó en helicóptero, ingresó en medio de un fuerte aparato de seguridad y no hubo ningún festejo público. Afuera, los gritos y las consignas en su contra fueron el sonoro contraste de una puesta en escena, caracterizada por la urgencia y el nerviosismo de quienes han cometido un crimen de lesa democracia.

Lo más impresionante fue el discurso del propio Peña Nieto. Admitió sin proponérselo que la mayoría de los mexicanos no votaron por él. Mencionó que más de 50 millones salieron a las urnas el 1 de julio y él recibió 19 millones de votos.  ¿Qué les dijo el ex gobernador del Estado de México a los 31 millones que no votaron por él?

Nada, simplemente nada. Peña Nieto articuló un discurso como si fuera la vieja maquinaria priista de los años sesentas y setentas, que lograba la mayoría automática en urnas ficticias. En el mejor de los casos, su retórica parecía de una concursante de Miss Universo. Veamos estos párrafos típicos de un certamen de belleza y no de un político frente a severos desafíos:

“Tenemos playas, mares y litorales. Tenemos valles y extensas planicies, que deben ser espacios de verdadera oportunidad para nuestra gente.

“México cuenta con bellezas naturales y culturales, suficientes para convertirse en una potencia turística global”.

Incapaz de dirigirse a las personas, Peña Nieto se refiere a las cosas, a “las bellezas” y se compromete a “transformar una democracia electoral en una democracia de resultados”. ¿De qué está hablando? ¿No se dio cuenta que la democracia electoral vive un severo déficit? ¿Quién le hizo creer que la democracia es como una “fábrica de resultados” y no un régimen de gobierno surgido de la construcción de consensos y no de la imposición de mayorías y un proyecto económico depredador?

Peña Nieto planteó que México “necesita un cambio de fondo en seguridad, desarrollo social, educación, crecimiento económico y proyección internacional”. El enunciado suena bien, pero no conduce a ningún compromiso (aunque no se firme ante la República del Notariado).

La retórica hueca se enfrenta a medidas cosméticas. A pesar admitir la necesidad de cambios de fondo las tres reformas iniciales de Peña Nieto suenan a maquillar el descontento: una comisión ciudadana anticorrupción (¿por qué no comienza con investigar y sancionar los múltiples ejemplos de gobernadores de su propio partido y de su propia entidad sin necesidad de comisiones?); ampliaciones al régimen de transparencia (él, que encabezó uno de los gobiernos estatales más opacos); y la formación de una comisión ciudadana para la publicidad gubernamental (¿por qué no anunció el fin de la compra de espacios informativos en la televisión?).

La incapacidad de problematizar, la ausencia de ciudadanos en sus propuestas concretas, nos anticipa el sello de un gobierno acuartelado en el spot y en los discursos circulares.

Ni siquiera para fingir que le ha hecho caso al movimiento #YoSoy132, Peña Nieto fue capaz de comprometerse con la democratización del régimen de medios de comunicación. ¡Qué tal si Televisa se molesta y da a conocer los “secretos” de su relación con Peña Nieto!

5.-Inicia un nuevo ciclo generacional.-En la primera parte de estas reflexiones, mencionamos que el cambio no se puede esperar de la élite gubernamental, partidista o económica, sino de nuevas batallas culturales y políticas una sociedad civil profundamente agraviada tras la docena trágica panista y el retorno de un neopriismo que carece de columna vertebral.

En especial, el cambio sólo podrá concretarse si el relevo generacional se consolida en nuevas formas de expresión, de comunicación, de organización y de compromiso frente a una nación fracturada por la violencia, la corrupción, la impunidad rampante, la desigualdad insultante y el monopolio de una opinión mediatizada, en severa crisis de credibilidad.

Los ciclos generacionales se cumplen con puntualidad. A la generación del 68 le correspondió exhibir el rostro intolerante, criminal de un modelo autoritario priista. Pagaron las consecuencias muchos de ellos, con la vida, la persecución o la marginación. Otros se autoderrotaron y muchos continuaron peleando con las heridas de la matanza de Tlatelolco encima.

A la generación del 88  nos correspondió vivir el primer gran fraude documentado en las elecciones presidenciales, la fractura definitiva del PRI de antaño y la emergencia de un modelo tecnocrático-autoritario que prometió llevar a México al “primer mundo” y nos dejó instalados en una economía emergente para unos cuantos.

El salinismo fue y sigue siendo el paradigma de un populismo de derecha que tomó por asalto el PRI, lo desmanteló y pretende continuar su ciclo de 25 años. El salinismo es un estado mental del oportunismo político, no depende ya de su autor y de sus libros justificatorios.

A la generación del 2000la que se quedó pasmada en esta docena trágica- le correspondió atomizarse y, en muchos casos, mantener la ilusión de una democracia que nunca llegó. El foxismo fue nuestro estreno en la barbarie telegénica e ignorante que se presentó como “moderna”. Todavía hay algunos que no se recuperan de este golpe. Y en el 2006 votaron intoxicados porque un político de izquierda era “un peligro para México”. Cuando el peligro estaba en otra parte, como hemos visto en este sexenio.

El 2012 ha sido el duro estreno de una generación (los hermanos menores, sobrinos e hijos de las generaciones del 88 y del 2000) que no acepta las promesas ni el autoengaño. Es una generación desertora de la política y de la comunicación analógica, unilateral, unidireccional. Es la generación que inició una primavera en el 2012 para ver la imposición de un otoño grotesco frente a un sistema incapaz de asumir su decadencia.

Inicia un nuevo ciclo generacional, pero no se le puede dejar todo el peso del cambio a los jóvenes universitariosla parte más ilustrada y más combativa en estos momentos-, como si fuera una maldición heredada de quienes no pudimos o no supimos enfrentar las pequeñas y venenosas dosis de cooptación y autoengaño de nuestro régimen.

Hay furia, pero deben existir proyectos alternativos y ciudadanos. Hay desesperación, pero tiene que construirse una realidad distinta a partir de espacios de ciudadanía real y no de ciudadanía mediáticamente correcta (como la Iniciativa México o los Teletones de las buenas conciencias).

Hay conformismo y derrotismo, pero también hay que saberle llegar a millones de mexicanos que aún están atrapados en el arcaísmo de las dádivas y en el miedo, ese ingrediente poderosísimo de control y corrupción socialmente aceptadas.

No es la derrota sino el inicio de un nuevo proceso. Construir una sociedad de la información que rebase a la sociedad de la impunidad.

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