Son estadistas lo que necesitamos
Gabriela Rodríguez
El abrazo de Cuauhtémoc
Cárdenas y Andrés Manuel López Obrador sella un pacto entre dos
estadistas y dos luchadores sociales. Dos personas que enfrentando la
adversidad han demostrado capacidad para dignificar la política, para
dirigir la acción del Estado en beneficio de la sociedad, para buscar
acuerdos que eviten –en lo posible– el desorden y la intervención
militar. Nada más urgente en este momento de México, como en otros
tiempos lo hicieran Benito Juárez, Lázaro Cárdenas, y… no me viene a la
mente otro personaje. Ese abrazo me revivió la nostalgia, la nostalgia
histórica, porque en el ciclo de mi vida no he podido experimentar a un
presidente del cual me pueda enorgullecer, más que en sueños: yo vi a
Cuauhtémoc dirigiendo a México en 1988 y en el 2000, yo vi a Andrés
Manuel como presidente en 2006, y vuelvo a soñar al último en estos
días. Dice Freud que los sueños son la realización de los deseos; me
gustaría que fueran revelaciones, como creen los huicholes.
Hoy nuevamente hay candidato y un programa de Estado
enriquecido, un conjunto de estrategias para transformar uno de los
peores momentos de nuestra historia. Las izquierdas tenemos una causa, y
eso nos diferencia totalmente del proyecto en disputa del PRI y del
PAN, “el que está subordinado a intereses ajenos, la desigualdad y la
exclusión social –nos dice Cuauhtémoc Cárdenas–, impuesto y desarrollado
con rigor en las últimas tres décadas, al que esos grupos entreguistas y
retrógrados pretenden dar continuidad... (El nuestro) es el de un
desarrollo independiente, de igualdad y progreso, en el que la nación
pueda decidir soberanamente sus destinos a partir del mandato
democrático de la ciudadanía”. De las numerosas necesidades señaladas
por el fundador del PRD celebro las coincidencias estructurales con el
proyecto presentado por el actual candidato de la coalición Movimiento
Progresista, así como el rescate de las propuestas más destacadas: un
sistema de planeación del desarrollo con grandes miras y a largo plazo;
una política de derechos universales a la alimentación, a la educación, a
la cultura, a la salud y a la vivienda; sistema de seguridad social
universal no vinculado a la condición laboral; fortalecer el Estado
laico mediante reformas constitucionales y legales; garantizar la
igualdad de género en materia política, social, laboral y de
oportunidades; combatir la violencia social e intrafamiliar, impulsar
las legislaciones que permitan las uniones entre personas del mismo
sexo, revertir las legislaciones oscurantistas en aquellos estados en
los que se han cancelado los derechos de las mujeres a decidir sobre su
cuerpo.
Toca ahora articular esta y otras propuestas que se harán a Andrés Manuel y a su equipo de gobierno, porque urge un cambio verdadero comandado por líderes sabios y virtuosos, y porque –como dijera Rousseau– más vale una conducta virtuosa que mil disertaciones brillantes acerca de la virtud. Enrique Peña Nieto y Josefina Vázquez Mota son vendedores de imagen pero carecen de un proyecto de Estado y no tienen la calidad moral ni la estatura política que México merece.
Toca ahora articular esta y otras propuestas que se harán a Andrés Manuel y a su equipo de gobierno, porque urge un cambio verdadero comandado por líderes sabios y virtuosos, y porque –como dijera Rousseau– más vale una conducta virtuosa que mil disertaciones brillantes acerca de la virtud. Enrique Peña Nieto y Josefina Vázquez Mota son vendedores de imagen pero carecen de un proyecto de Estado y no tienen la calidad moral ni la estatura política que México merece.
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