miércoles, 8 de febrero de 2012

Cuernavaca Ciudad muerta y asesinada

¡¡Exijamos lo Imposible!!
Fuente
La estupidez como regla o... 
María Teresa Jardí

Con mis nietos, hijos y abuela materna vamos a pasar medio domingo y medio lunes a la ciudad de Cuernavaca. Sensatamente mi nuera hace reserva de cuartos en un céntrico hotel lleno de obras de arte. Pero Cuernavaca está muerta. Asesinada, junto a sus muchos hijos ejecutados, ha sido esa ciudad tan bella. El hotel está casi vacío. Si bien hay gente en el zócalo al medio día, cuando casi recién llegados al lugar nos enteramos de que en el hotel ya no sirven comidas y por ende nos lanzamos a buscar un lugar para comer alguna delicia morelense. A las nueve de la noche, luego de ver la corrida de toros de aniversario de la Plaza México y la jugada ganadora de los Gigantes, nos vemos obligados también a salir porque el comedor del hotel que ofrece cenas sábados y domingos cierra a las ocho. A salir para buscar un lugar para cenar, las calles parecen bocas de lobo sin un alma viva caminando por ellas. Encontramos a unas cuadras un restaurante italiano, con pizzas, entre otras cosas estupendas; no tardamos mucho más de una hora en despachar la cena y a la salida, todo lo más las diez y media, la placita donde se encuentra la trattoria está cerrada, con un guardia en la puerta. Regresamos solos, como almas en pena, caminando al hotel, sin ver a ningún otro ser humano caminar a esa hora temprana en casi cualquier lugar del mundo. En cualquier lugar donde un usurpador impunemente no haya declarado una falsa guerra devenida en limpia de pobres. Muerta Cuernavaca en noche de fin de semana alargado por la decisión de cancelar la memoria del día conmemorativo de la promulgación de la Constitución mexicana.

Constitución que espera para ser restaurada en aras de que se pueda convocar a un nuevo Constituyente que inicie, a partir de una nueva Constitución más parecida a la de aquel 1917, que a la actual que de violada y cambiada ya nada tiene que ver con esa, la firma de un nuevo pacto social que propicie la restauración de la república soberana que orgullosa se alce de nuevo ante el mundo y entre el resto de países de América Latina.

A cada una de las dos abuelas se nos asigna un nieto para dormir con él en el mismo cuarto y los padres se reservan hacer lo propio con la hija pequeña. Me levanto el lunes festivo como siempre de madrugada y a las siete, luego de una larga hora de intentos fallidos, logro que se levante el mayor, a mí asignado, para irnos a caminar y a comprar algún diario del lugar. Diario, que, por cierto informa, cuando más tarde lo leo, sobre el homicidio, la noche anterior, de una joven mujer funcionaria pública, mientras dormía en la cama de su casa, producto de una bala pérdida de las balaceras que de manera cotidiana suceden en las colonias céntricas y no céntricas. Uno más de esos miles de crímenes no documentados por la prensa nacional ni por las informaciones que hablan de los sesenta y cuatro mil que se sabe han sido ejecutados a cargo del panista genocida. No hay ni un alma en la calle tampoco el lunes por la mañana y por supuesto ningún negocio está abierto. Me alarmo cuando uno de los muy amables empleados del hotel sale a la calle a vigilar la soledad por la que el nieto y yo caminamos. De repente un coche y una camioneta con logos de policías municipales se para cerca de nosotros lo que me obliga a tomar la decisión, por si acaso, de dar la vuelta de inmediato, para tranquilidad, además, del amable empleado.

Como a la una emprendemos el regreso. A pesar de la lluvia y el granizo y de los muchos coches que a esa hora ya regresan, la carretera va fluida, hasta que de repente mujeres “policías” de seguridad pública federal, recién pasada la caseta de entrada a la Ciudad de México y por ende la estadística de lo bien que funcionan las carreteras en el país, obligan a los chóferes de los autos a salir de la carretera y a entrar por una lateral, loca, por decir lo menos, producto de la corrupción de algún funcionario público, evidentemente, que empieza con muchos carriles que se van achicando hasta quedar en uno solo y ahí perdemos los que regresamos, contentos por los días se asueto, amargados con las dos horas varados. La estupidez como regla o quizá también la mala leche de la derecha panista que busca estallar al país para continuar con una mujer perversa al frente que como “chacha” de García Luna también amenaza con seguir funcionando.

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