Qué afán de complicar las cosas
Guillermo Fabela Quiñones
Apuntes
Dice
un dicho que “no hay que hacer cosas buenas que parezcan malas”, tal es
el caso con la remoción del titular de la Fiscalía Especializada para
la Atención de Delitos Electorales (Fepade), en pleno proceso electoral.
Entre los partidos de oposición hay consenso sobre el buen desempeño
del funcionario despedido, José Luis Vargas Valdés, cuya imparcialidad
parecía estar comprobada. A cinco meses de las elecciones, será
imposible que la nueva fiscal, Imelda Calvillo Tello, demuestre no sólo
tener los atributos necesarios para el cargo, sino capacidad para estar a
la altura de los comicios más complejos de los últimos tiempos.
Tal complejidad no es sólo porque seguramente serán muy reñidos, sino
por la proclividad de Felipe Calderón para influir en la vida política
nacional, con la finalidad de orientar su curso de conformidad con sus
conveniencias. El caso de Michoacán ha sido el más notorio, pero no ha
sido el único, como se observó en las elecciones de Coahuila. En ambos
casos le falló la estrategia, por diferentes motivos, y se vio obligado a
aceptar sendas derrotas que modificaron sus planes. Ni su hermana ni su
compadre lograron ser gobernadores, y el desgaste para el inquilino de
Los Pinos fue brutal. De ahí que cause escozor la decisión extemporánea
de interferir en una tarea que puede ser esencial en el curso de la
jornada electoral.
Ante los reclamos hechos al titular de Gobernación, por este relevo
injustificado, Alejandro Poiré afirmó: “Quiero hacer el más categórico
rechazo a cualquier intento de desprestigio del gobierno federal”.
Puntualizó que “no caerá en especulaciones ni en provocaciones”.
Obviamente, son sus propias acciones las que le están ganando un fuerte
desprestigio al régimen panista. Debió saber que la remoción del fiscal
Vargas iba a provocar todo tipo de especulaciones en los partidos y
entre la clase política, más aún si no hay una elemental intención de
atajarlas con información puntual y precisa.
Sin embargo, aun así Calderón decidió correr el riesgo e hizo un
movimiento incomprensible, que sólo puede interpretarse de una manera:
quiere contar con una Fepade confiable, dispuesta a cumplir sus órdenes
sin chistar, sin cuidar un elemental apego a la legislación en la
materia. Esto hace pensar lo peor, o sea que a toda costa quiere que el
PAN siga en el poder, al precio que sea, incluso incendiar al país por
el descontento que provocaría un fraude monumental imposible de ocultar,
incluso contando con la complicidad de los órganos electorales, como
puede ser el caso debido al firme rechazo que la derecha habrá de tener
entre el electorado.
Esto nos demuestra que se ha caminado para atrás en materia electoral, y
que los avances conseguidos en veinte años han quedado hechos polvo por
la imposibilidad de que los conservadores entiendan que la democracia
consiste en perder o ganar en las urnas, con pleno respeto a los
votantes. Así vemos que los tan celebrados avances en este renglón, que
incluso fueron motivo de orgullo cuando la primera administración del
Instituto Federal Electoral (IFE) cumplió sus tareas de modo encomiable y
ejemplar, se perdieron de manera por demás lamentable en muy poco
tiempo.
Si los comicios de julio terminaran sin la legitimidad esperada, el
futuro de las instituciones electorales quedaría en entredicho. Habría
necesidad de empezar de nuevo, desde cero, con los costos que una
situación así tendría para la sociedad nacional. De cualquier forma, aun
cuando el proceso culminara de manera exitosa, será necesario que el
Congreso haga una revisión exhaustiva de la legislación electoral, a
efecto de corregir lo que no sirva y aprovechar lo que todavía sea
rescatable, pero con la idea de ciudadanizar sin sombra de duda las
instituciones respectivas, sobre todo el IFE y el Tribunal Federal del
Poder Judicial de la Federación (TRIFE) , con el propósito de que el
Ejecutivo no tenga posibilidad de interferir en sus decisiones.
El futuro de la democracia mexicana estará en juego en julio, así como
la viabilidad de México como nación progresista, en la que los poderes
fácticos tampoco tengan una mínima oportunidad de influir en el curso de
los procesos electivos. Sin embargo, esto no parece preocupar a
Calderón ni a su grupo de interés.
(guillermo.favela@hotmail.com)
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