Un monumento más a la IMPUNIDAD 2009-11-07
Ricardo Andrade Jardí
Ricardo Andrade Jardí
Así como nunca sabremos quién mató a Luis Donaldo Colosio, candidato del PRI a la Presidencia en 1994, tampoco sabremos a ciencia cierta qué pasó exactamente el 4 de noviembre de 2008 cuando el avión en que viajaba el español secretario de Gobernación del gobierno usurpador fecalista, que se precipitó al Norte de la Ciudad de México, costándole la vida a cuando menos 16 personas. Algunas fuentes serias documentan en imágenes una escena de infierno dantesco que deja grandes dudas sobre la cantidad posible de muertos. Pero como en todo crimen de Estado la verdad es algo que diluye entre la especulación y la mentira. Hablamos de crimen de Estado porque, suponiendo, sin conceder, que el informe presentado a un año del “accidente” es cercano a la verdad, lo que es claro entonces es que al niño Mouriño lo mató la corrupción del mismo sistema del que formaba parte y la IMPUNIDAD que él cobijo y que lo cobijo también a él, se encargará de que la realidad de los hechos de ese histórico (no por el accidente, sino por la llegada a la Casa Blanca de un afro- americano) 4 de noviembre no sea nunca conocida con apego a la verdad.
Ahora son responsables los pilotos muertos y el cansado controlador aéreo. Lo que nos lleva al limbo de la especulación y nos adentra, cada vez que alguien esté obligado a volar en un avión privado o comercial, en términos de lo señalado por el propio desgobierno federal, en la posibilidad de que los errores humanos de los responsables del tránsito aéreo, encargados de la seguridad de nuestro espacio aeronáutico, sufran algo así como fatiga crónica, anuncio de las futuras tragedias aéreas que nos aguardan.
Y mientras los pilotos “patito” pasan de víctimas de la tragedia a victimarios, se diluyen las informaciones en relación al avión accidentado, a su fraudulenta adquisición y a su elevado costo. Los rumores comprobados de los caprichos aéreos del frustrado y junior exsecretario de Gobernación usurpadora y de toda la red de corrupción que opera, desde los permisos para que se tenga una escuela de aviación, se acredite a los patitos como pilotos, hasta la forma en que se adquiere la flota aérea del gobierno mexicano, a lo que hay que sumar el porqué razón un controlador aéreo (no es cualquier cosa) puede o está obligado a trabajar cansado y por lo tanto en condiciones no aptas para un trabajo de tal responsabilidad. En fin… ya tenemos un monumento más, con fuente de luz y todo, a la IMPUNIDAD de un sistema que se ahoga en el estiércol de su propia corrupción. Una nueva leyenda urbana que abre la especulación cinematográfica de un crimen que bien puede ser de Estado y del que nunca habrá responsables.
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